Diario de León

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Una odisea por la memoria

El periodista leonés Emilio Gancedo presenta en el Club de Prensa ‘Palabras mayores’, un libro de viajes a través de monumentos humanos

Juan Pedro Aparicio, Emilio Gancedo y Joaquín Sánchez Torné ayer en el Club de Prensa del Diario de León

Juan Pedro Aparicio, Emilio Gancedo y Joaquín Sánchez Torné ayer en el Club de Prensa del Diario de León

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A través de 25 personas, seres ‘anónimos’, Emilio Gancedo construye el mosaico de la historia reciente de este país. Palabras mayores (Editorial Pepitas de Calabaza), difícil de encasillar en un género porque pertenece tanto al ámbito del periodismo como al ensayo o la novela, es, sobre todo, un libro de viajes a través de monumentos humanos. Con una prosa tan impecable que al escritor Juan Pedro Aparicio le da envidia —como reconoció ayer en la presentación del libro en un abarrotado Club de Prensa—, el texto tiene la virtud de «convertir a una persona de ciudad en una persona de pueblo», como le sucedió a Joaquín Sánchez Torné, director del Diario, cuando se adentró en las penalidades de unos personajes que cuentan con gracia episodios trágicos.

Gancedo se tomó tres meses ‘sabáticos’ para recorrer España de punta a punta y entrevistar a personas con historias fascinantes, gente mayor como la que a él le contaba cuentos de pequeño en el pueblo. «Un viaje hacia adelante en el espacio y hacia atrás en la memoria», confesó. Gancedo sintió la necesidad de apartarse del ritmo vertiginoso del periódico, de esa vida a cinco columnas, a pesar de que «es un periodista que da calidad al periódico», como subrayó Torné, y se lanzó a la carretera en busca de «portavoces de un mundo que se esfuma muy rápido, como oráculos de otro tiempo». Gentes que, en su mayoría, apenas aprendieron a leer y escribir, pero con una infinita sabiduría, capaces de razonar que «esta es una crisis preparada, orquestada, por los mismos poderes de siempre, no lo olvidemos».

Hombres y mujeres que superaron una guerra, una posguerra, la represión, hambre, carencias médicas y labores agrarias con herramientas medievales y son capaces de mirar atrás sin resentimiento.

El representante leonés de Palabras mayores es un maragato derecho, Maximiliano Arce, de Rabanal del Camino, niño que apacentó ovejas en parajes olvidados, semanas enteras con la única compañía del mastín. Suya es una de las frases que mejor sintetizan el espíritu del libro: «Mis padres no pudieron darme estudios, pero sí me dieron educación».

El libro abunda en frases lapidarias. Y en refranes o dichos que, en sí mismos, condensan esa filosofía natural, ese humor y esa humanidad que son tan infrecuentes hoy.

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