Diario de León
Publicado por
Liturgia dominical JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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T endemos a arrinconar aquellas frases del evangelio que nos resultan molestas. Así no nos interpelan. Una de ellas es la de este domingo; Jesús nos dice: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha». Estamos en una sociedad tolerante y permisiva. Y esto, al margen de algunos aspectos válidos, provoca lo que se llama «involución moral». Algunos comportamientos éticamente reprobables que antes se movían en la discreción de lo privado, son exhibidos públicamente. En determinadas áreas aparece una permisividad jurídica cada vez mayor (infidelidad matrimonial, aborto...), con el resultado de que, cuando la ley civil se hace más tolerante, aparece un «vacío moral» en quienes toman erróneamente la ley civil como guía de su conducta. Pero, la crisis moral tiene raíces más profundas. Esta sociedad de consumo genera un «hombre amoral», porque socava el núcleo moral de la persona y lo «des-moraliza», al colocar como máximo valor lo material. Se toman en serio las banalidades y se pierde de vista lo profundo. La competencia se transforma en agresividad. Las relaciones humanas se desintegran. La producción se reduce a buscar el lucro. El amor se degrada y la sexualidad acaba por ser un producto más de consumo. Precisamente en esta sociedad hay personas que están descubriendo que es necesario entrar por la «puerta estrecha», que no es un moralismo retrógrado, sino un comportamiento lúcido y responsable. Es la puerta por la que entran los que se esfuerzan por vivir fielmente el amor, se entregan al servicio del hermano, saben vivir con sentido de solidaridad y no desencadenan agresividad.

La entrada al Reino es igual de exigente para todos y será el resultado de una vida vivida con sentido. Si queremos participar de la plenitud de vida que el Padre quiere para todos, hemos de empezar a vivirla ahora. Nadie puede sentirse ya salvado por pertenecer a determinada religión, raza o cultura, como pensaban los judíos del tiempo de Jesús y piensan muchos cristianos de ahora. Hemos de elegir la puerta estrecha que exige responsabilidad para cargar con la cruz de cada día, buscar una conversión más auténtica y trabajar por una sociedad mejor para todos. El camino a la puerta del Reino es la misma vida que debemos construir, paso a paso, creándola constantemente, mejorándola, sublimándola a través de tantos actos aparentemente intrascendentes. Es el quehacer diario del obrero solidario en su profesión, del ama de casa entre sus cacharros, del estudiante entre sus libros... No hay salvación fácil ni difícil. Es como la vida: a la medida de nuestras capacidades. Una vida que hemos de vivir con sinceridad. La salvación no es tema de curiosidad, sino de compromiso, nos diría ahora Jesús. Y si a alguien la palabra «salvación» le parece trasnochada, que la cambie por «dar y encontrar sentido a la vida».

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