Diario de León
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CORNADA DE LOBO pEDRO TRAPIELLO
León

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T enía que venir Jorge Cafrune al recuerdo hablando de perros porque fue un perro cazurrillo el único testigo de su muerte cuando iba a caballo él, de gaucho vestido, en su norma, camino de Yapeyú, pueblo natal del general José de San Martín (el libertador, el par de Bolívar) a donde llevaba como homenaje un puñado de tierra de Boulogne sur Mer, donde murió el héroe de la independencia argentina. Ocurrió hace casi cuarenta años (cómo huye el tiempo), el 1 de febrero de 1978, en las cercanías de Benavídez, provincia de Buenos Aires, nada más comenzar aquel peregrinaje de varios días a caballo acompañado sólo del perro que digo, un canelo mil leches que el cantor vio abandonado carrileando por el arcén entre Villaquejida y Toral una tarde que venía a cantar a León, al teatro Emperador... y lo adoptó, lo subió a su roulotte (el tío no gastaba un duro en hoteles) y finalmente a su camerino apenas atado con un cordel, donde lo conocí con una mirada entre el susto y la gratitud, la del perro, porque la mirada de Cafrune era imperiosa y de sombra morena por su ascendencia sirio-libanesa (de ahí que le llamaran El Turco).

En los años 70 Cafrune dió mucho juego y concierto en España, especialmente al formar dúo con aquel rapaz Marito cantando el «Virgen morenita», que india tú nasiste por la grasia de Dió , pero en 1977 se volvió a su Argentina al morir su padre, al morir su peronismo derrocada Isabelita Perón por el golpista Videla... y a «ganarse» su propia muerte, porque días antes, en un concierto le pidió el público que cantara su «Zamba de mi esperanza » y él dijo «no está en mi repertorio autorizado, pero si el pueblo la pide, la canto»... fue su sentencia de muerte, decretada por un puto teniente del centro de torturas La Perla «como aviso a los otros»... y una camioneta le arrolló a él y a su caballo en lo que oficialmente sólo fue un accidente. El perro cazurrillo libró, ¿seguiría carrileando de nuevo abandonado por aquellas carreteras?...

Y el azar, bendito azar, hizo que la guitarra más preciada de Cafrune acabara un día en manos de Amancio Prada. Perro se va, guitarra vuelve.

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