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Publicado por
pEDRO TRAPIELLO
León

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Mandó siempre el frío aquí y nuestras abuelas llevaban medias (nunca enteras), aquellas medias de estambre o punto sólo hasta la rodilla atadas con cinta a falta de elástico y bajo unas enaguas grandes, más un refajo de lana o ganchillo, más una saya de vuelo y más un mandil, que si no abrigaba, cortaba vientos (mandilón o blusón, cosa de ellos)... y cuando llegó la bata de guata se acabó yendo al carajo el viejo vestir de la señá Humildad, pero aún se ven ancianas por esos pueblos que no se apean del negro ropón y del mantón... lo de «ir en piernas» era de mozas o atrevidas y sólo en meses de calor.

Llevaban toda esa ropa en invierno y hasta en el verano de «fuera saya, paso al percal»... ¿y sudaban?... lo que quita el frío quita el calor, decían como dicen los bereberes del desierto de quienes se cuenta descienden los maragatos. Y con pañolón segaban en julio huyendo del moreno y con pañolada rompían el hielo del lavadero en invierno. ¿Cuánto les pesaba toda aquella ropa?...

El frío mandaba. La lana lo contenía. Y el fuego de cocina lo burlaba.

«Fuego necesita quien de fuera llega con las rodillas frías» dice un verso del siglo XIII en nórdico arcaico conservado en Islandia y con el que inicia el noruego Lars Mytting su «Libro de la madera», insólito fenómeno editorial europeo que arrasa, un amenísimo e instructivo librazo que nos devuelve al eterno mundo del frío, del bosque, la leña, el fuego y la cabaña que forman la memoria-útero del hombre.

Naciendo en León (y más en Noruega) se aprende pronto que fue la lumbre la que parió a la especie humana al socializarla llamando a corro... y que con una gran barricada de leña que la gente curiosina apila con orden y gusto podían contener al General Invierno que aquí venía de capitán general, muy chulo él, y con calabrón.

Pero hoy, reinando en la calle el bajo-cero, mucha moza y paisana de ciudad va sólo en piernas con apenas medias leotardas... y hacen caja los médicos que curan cistitis, mientras se ríe Octavito confesándose feliz tras convertirse de nuevo a los viejos marianos de felpa: las rodillas son sagradas.

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