Diario de León

El peaje de las palabras

Se cuentan entre los autónomos más castigados. Los libreros han tenido que hacer frente a la recesión, al descenso en los índices de lectura, a la competencia de los dispositivos digitales y a Amazon. Además, capean como pueden las ‘draconianas’ condiciones de las grandes editoriales, con márgenes que en el mejor de los casos llega al 30%. Son las tiendas de barrio más indefensas..

jaume plensa

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León

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cristina fanjul | león

Las librerías desaparecen y agonizan al mismo ritmo al que se estrechan los márgenes de los libreros. El responsable de una de las librerías más emblemáticas de León, Alejandría, destaca con humor que el pan deja más margen de beneficios que la literatura. Habla en broma, pero no tanto. La voracidad de las editoriales, la agresiva política de ventas de Amazon y los libros de autoedición dejan a los ‘buquinistas’ de siempre a los pies de los caballos.

Su primera prueba de fuego es el margen que obtienen de cada libro que logran vender y que oscila entre el 25 y el 30%. «En los mejores casos logramos el 35%, pero la política de ventas nos obliga a hacer descuentos del cinco por ciento al cliente», subraya el librero.

El propietario de la librería Alejandría incide además en el hecho de que la manera de comercializar los libros se ha vuelto muy agresiva. «Tienes que pagarlos antes de venderlos», se queja, al tiempo que subraya el escaso plazo de tiempo que tiene el librero para ‘probar’ la suerte de las novedades. Y es que las grandes casas editoriales cobran siempre a los 30 días, un periodo de tiempo insuficiente siquiera para extraer los volúmenes de las cajas. «Ni siquiera has tenido opción de ponerlo en el escaparate y cualquiera que se dedique a esto sabe que los libros requieren de un tiempo para subsistir». Paco deja claro que todas estas medidas provocan la descapitalización del autónomo puesto que obligan a adelantar un dinero que puede que nunca se consiga.

Lo mismo ocurre con los portes de devolución. «Las grandes editoriales te recogen la mercancía pero, por contra, no te abonan la devolución ese mes sino en el siguiente», explica. Esta obligación, en la práctica, supone un solapamiento de la deuda que hace que el librero siempre esté en ‘números rojos’. «Se autofinancian con tu dinero», denuncia Paco ‘Alejandría’ de manera explícita.

Labor comercial

Tampoco resulta más positiva la labor desarrollada por los comerciales de las editoriales. El librero destaca que la frase que más repiten es ‘este libro va a funcionar’ si bien no saben nada de literatura. «Hay dos o tres comerciales en España, de esos que saben de literatura, de los de siempre, pero ya son algo exótico», manifiesta con ironía mientras pronuncia otra frase célebre entre los libreros: ‘este libro es una apuesta editorial’. «El problema es que el pagano de esa apuesta soy yo», lamenta Paco, que añade que el literario se ha convertido en un mundo de fenicios.

Por otro lado, el propietario de Alejandría sostiene que el negocio editorial en la actualidad hace que la literatura mala sea la que haga posible la de calidad en las grandes editoriales y defiende la labor de los libreros de siempre por su capacidad para orientar al lector, un valor que se vuelve evanescente en Amazon, una plataforma en la que no se discrimina entre la literatura y los libros de lectura voraz. «El 80% de lo que yo vendo es literatura, buena literatura. Yo selecciono y yo vendo», dice con orgullo.

En parecidos términos habla Héctor Escobar, presidente de los libreros de León. Considera que el e-book ha afectado el negocio de los libreros pero no en una proporción tan importante como la que se cree. «En la librería tengo todas las plataformas digitales y alrededor de 60.000 e-books. Pues bien, vendo alrededor de uno al mes», destaca el empresario, que añade que la librería que más libros digitales vendía ha cerrado. Escobar añade además que el problema surge en el momento en el cambio en el modelo ha dado toda la cobertura a las grandes empresas de electrónica. «Amazon o Sony venden libros de la misma manera que si vendieran rosquillas. No se aprecia el valor de la cultura», razona.

Y es que en la actualidad, el mercado se enfrenta a un gran vacío legal, con lo que los agentes implicados están en la mayoría de las ocasiones con las manos atadas. «Me parece muy bien que haya agentes como Cedro que intenten vigilar lo que ocurre, pero lo importante es que el Estado haga cumplir la ley. El Gobierno debe legislar, pero sobre todo debe lanzarse el mensaje claro y nítido de que no se puede incumplir la legislación», reclama Escobar. El librero recuerda, por ejemplo, que existe una ley que prohíbe fotocopiar libros y que, sin embargo, esta es una práctica totalmente habitual. Héctor Escobar se muestra además muy crítico con el nuevo mercado digital que, destaca, en ciertas ocasiones da gato por liebre. Explica, por ejemplo, que muchas editoriales venden archivos pdf como si fueran e-books, con lo que el lector se encuentra con un archivo cerrado, con el que no se puede hacer la mayoría de las cosas que permiten los e-books.

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