Diario de León
Publicado por
Liturgia dominical Jesús Miguel Martín Ortega
León

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C uando las grandes utopías fueron cayendo en las últimas décadas del siglo pasado, fuimos bajando la mirada de nuestras expectativas. Actualmente es frecuente toparnos con personas sin anhelos ni esperanza; les basta con el disfrute efímero del momento presente. «Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza», palabras del libro de Job (7,6) que bien podrían resumir la experiencia actual. Se trata de una mirada tan parcial y reducida que incapacita para percibir nuestra auténtica identidad.

Pese a todo, también existen personas que se declaran en rebeldía, insatisfechas con una vida vacía y sin metas, reducida a porcentajes económicos, líneas de mercado o parámetros sociológicos. Esta vida, que se vuelve insoportable por liviana e irrelevante, se convierte, para algunos, en reto y lucha por sobrevivir. No interesa la sugestión de que vivimos una vida virtual. Se busca otra manera de vivir, más plena, más auténtica, más profunda, más interesante.

Para estos buscadores de otro estilo de vida, el relato del evangelio de san Marcos de este domingo nos propone como modelo la forma de vida de Jesús, describiéndonos qué hacía el Señor en un día cualquiera de su vida. Tres verbos resumen su actividad: curar, orar, predicar. Esta trilogía tendría que estructurar nuestra vida para hacerla realmente nueva.

El curar nos exige un cambio de perspectiva: salir del interés propio para ponernos al servicio de los demás. Son demasiadas las heridas, demasiado el sufrimiento a nuestro alrededor… En ocuparnos de él está la raíz de la propia sanación. El orar nos levanta e introduce en la trascendencia; oración que es diálogo fecundo que supera al monólogo estéril. El predicar propio del que es y se siente profeta, que nos capacita para acabar con inmovilismos e instalaciones, nos pone en camino hacia el prójimo para comunicarle el maravilloso regalo de la liberación que sólo Dios puede realizar. No renuncies a ser quien eres. Se puede vivir de otra manera, aunque eso te exija ser un rebelde.

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