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Mi vida con un yihadista radical

Raquel Alonso narra en un libro la tortura que sufrió tras tres años de convivencia con un machista terrorista.

Publicado por
Sagrario Ortega
León

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Madrugada del 16 de junio de 2014. La Policía entra en casa de Raquel y detiene a su marido. Es el final de una tortura de tres años de convivencia con un yihadista, pero el principio de una historia plasmada en un libro, Casada con el enemigo, para ayudar a identificar los signos de la radicalización antes de que sea demasiado tarde.

Raquel Alonso habla de este libro, editado por Espasa, que ha escrito no solo para contar su historia, que no considera única, sino para lanzar un SOS a las instituciones y pedirles respuestas a situaciones peculiares que convierten a una mujer en doble víctima: de violencia machista y de terrorismo.

Pero ni una ni otra, ni la «peligrosa» combinación de ambas, son hoy tenidas en cuenta, en una laguna que Raquel cree debe rellenarse para dar respuesta a nuevas realidades que han surgido a la par que la radicalización yihadista se ha colado en nuestra sociedad.

De forma sencilla, Raquel resume su vida hasta hoy: «Conocí a un hombre con el que me casé muy enamorada en 1997. Era encantador, con sentido del humor. Tuvimos dos hijos y un matrimonio feliz, hasta que en 2011 falleció su padre y ahí empezó a cambiar todo».

Nabil era árabe y Raquel, española. Vencieron las primeras reticencias familiares y el obstáculo de la religión, porque aunque creyentes de dos distintas, ninguno practicaba. Lejos de pensar que esas raíces bien diferentes podrían distanciarles, la pareja lo vio, por el contrario, como algo que les enriquecería.

Y así fue durante muchos años, en los que Raquel no observó nada que le hiciera presagiar el giro de 360 grados que dio su marido, un hombre «totalmente integrado en las costumbres occidentales», que nunca prohibía nada a su mujer ni la interrogaba cuando llegaba tarde por su trabajo en la organización de eventos y congresos.

La muerte de su padre fue el detonante para que Nabil empezara a acudir a la mezquita y se dejara barba. Pero estos detalles entonces, indicios ahora, no eran lo más grave. Raquel recuerda cómo su marido cambió el carácter, perdió su sentido del humor, se volvió irascible, chillaba a los niños...

«Claro que le pregunté por ese cambio», resalta Raquel a Efe, pero Nabil le respondió: «Si para ti cambiar para ser mejor persona es malo, esto es lo que hay».

Raquel se dio cuenta de que no había marcha atrás y que, en todo caso, la evolución de su marido sería hacia un mayor fanatismo y radicalismo. Además, insistía en que sus hijos y ella tenían que ser musulmanes para que él no fuera al infierno.

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