Diario de León

Creación

La fotógrafa que triunfa con la niñez

Una madre detrás de la cámara. La maternidad cambió la mirada de Virginia Morán. Finalista por segunda vez del Hipa, sus fotos y el pueblo de San Pedro de Valderaduey son planetarios en el National Geographic..

La revista National Geographic da proyección mundial a San Pedro de Valderaduey y la niñez en esta foto de Marco de comunión en las tierras de su abuelo. VIRGINIA MORÁN

La revista National Geographic da proyección mundial a San Pedro de Valderaduey y la niñez en esta foto de Marco de comunión en las tierras de su abuelo. VIRGINIA MORÁN

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ana gaitero | león

Casi sin querer, pero queriendo mucho, Virginia Morán ha sacado del anonimato a un pequeño pueblo terracampino llamado San Pedro de Valderaduey. Fue cosa de Marco, su hijo mayor, que un buen día, antes de hacer la primera comunión, le pidió «que llevara el traje al pueblo para que le hiciera fotos en las tierras de su abuelo».

A la madre, que muchas veces, le pareció un poco arriesgado —por el traje— pero su espíritu de fotógrafa le impidió decir que no. El chaval se lo pasó en grande sobre los campos recién nacidos de cereal. Y la cámara no paraba de disparar.

Una de las fotografías (la que acompaña a esta página en la parte superior) ha sido seleccionada recientemente por los editores de la prestigiosa revista National Geographic entre las muchas que se suben a la sección Your Shot (Tu disparo).

Es la segunda foto de Virginia Morán que se convierte en planetaria gracias a la difusión de la revista, que es un referente internacional en el reportaje de naturaleza, ciencia, historia, viajes y aventura.

Esta leonesa, nacida en Irún (1973) por los azares de la emigración, y que regresaba los veranos a la tierra ancestral, se acabó quedando y aquí formó su familia. Todo ello después de aquellos veranos de prácticas de periodismo en el Diario de León, de los que Virginia dejó un recuerdo imborrable en la redacción, y sobre todo la franqueza de su sonrisa.

Hace una década se colgó una cámara al hombre. Por pura curiosidad. Pero fue el nacimiento de su primer hijo, admite, la que la lanzó a apretar con ganas el disparador. «La maternidad me ha aportado nuevos puntos de vista y nuevas inspiraciones».

Fotografiar a sus hijos ha cambiado su mirada y sus fotos reflejan una niñez «centrada en momentos cotidianos». La cámara le proporciona, como madre y como fotógrafa, «una vía de aprendizaje y de estrechamiento de vínculos» sus hijos.

La cámara se ha convertido en una especie de órgano vital, de tal manera que ahora que Marco está cerca de la adolescencia ya tiene el ojo puesto en esta etapa de la vida que «en la que nunca he querido pensar porque me aterra desde que soy madre».

El mundo personal convertido en materia y arte universal, y en concreto el caso de las madres fotógrafas, es una nueva corriente en auge que ha conocido en sus incursiones por el mundo de la fotografía y el cine, que son su pedagogía. En lo demás, salvo algunos cursos técnicos, es autodidacta.

La norteamericana Kate T. Parker, precursora del movimiento Strong is the new pretty (la fuerza es la nueva belleza), Raquel López Chicheri, la polaca Agnieszka Maruszczyk, Joanna Polling, Niki Boom son algunas de las fotógrafas en que se mira y que son reconocidas en certámenes importantes como los Sony World Photography Awards, los LensCulture o los Hipa. En este último, que convocan los Emiratos Árabes, ha sido finalista Virginia Morán en dos ocasiones, en 2015 en la modalidad color y en la última convocatoria en blanco y negro. También admira mucho al francés Alain Laboile, padre de seis hijos que vive en un pueblecito de Francia y descubrió el universo de su familia tras adquirir una cámara para hacer fotos de sus esculturas.

Otras de sus referencias clásicas es Vivian Maier (la niñera fotógrafa) y Sally Mann. «La generosidad de todos ellos nos permite acercarnos al mundo de la niñez, de sus propios hijos y ajenos», apunta.

Las escenas domésticas son una fuente de inspiración para esta corriente fotográfica que saca a la luz un mundo invisible, el de la vida cotidina relegada a los álbumes o recuerdos familiares. Ahora lo elevan a arte, como hizo Vermeer o los pintores flamencos con la pintura en el siglo XVII.

Virginia Morán ha descubierto en la infancia, la niñez, porque es «el mundo sin tiempo, no hay constancia de pasado y futuro, solo de presente, se vive el aquí y ahora». Le atrae también porque «es el mundo de la imaginación. Por eso me fascina».

Se mueve con comodidad en este mundo familiar, al que pone su punto de vista, sin necesidad de recurrir a «paraísos exóticos». «Me basta el mundo a mi alrededor» y le encanta fotografiar a los niños en sus pueblos o en los pueblos de sus padres o abuelos. El verano es una fiesta fotográfica en los contornos de San Pedro de Valderaduey, entre girasoles, campos de colza y barro. En las sesiones de encargo busca esos lugares familiares y cercanos para retratar a los niños y niñas de la forma más natural.

«El mundo de la infancia, de la niñez, está lleno de espontaneidad, de expresividad, de naturalidad, de alegría, de caos y en él encuentro siempre escenas que muestran acción, ternura, inocencia», apostilla. Fotografía de la niñez es el título que le gusta para su trabajo. «No se trata de hacer fotos a niños, sino de hacerlo en su contexto, en sus casas, en sus pueblos, en sus juegos». Por eso prefiere los exteriores y sus sesiones para otras familias duran hasta tres horas. Durante todo este tiempo, apenas se deshace de la cámara: «Paramos a merendar, jugamos y retrato al niño en diversas facetas. Con el juego sale el verdadero niño, no el de los primeros minutos al empezar, que puede estar más tenso y con pocas ganas de posar para un fotógrafo», explica.

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