Diario de León

Cientos de interesados se acercaron a curiosear los entresijos de la boda pero no hubo demasiado revuelo

San Lorenzo de El Escorial, entre el orgullo, la expectación y la normalidad

Mientras toda España seguía el enlace del año y sus preparativos por los medios de comunicación, y esperaban con ansiedad cualquier detalle

Publicado por
F. Apaolaza - MADRID.
León

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Cientos de los invitados, mezclados con curiosos forasteros, se desplazaron hasta la lonja del Monasterio del Escorial para asistir al desfile de personalidades, pero no fueron tantos como se esperaba. Durante la preparación de la boda, la tónica de la vida en el pueblo fue la normalidad más absoluta, mezclada con grandes dosis de orgullo por acoger un suceso que iba a suscitar el interés de todos los medios de comunicación y la atención nacional. «Esta boda es una maravilla para el Monasterio y para el pueblo, pero nada ha sido diferente. Hay mucha policía, eso sí», afirmaba Clara, una vecina del Escorial que rozaba los ochenta. En esta línea, Marisa Suárez que regenta una terraza de la Calle Floridablanca, se mostraba orgullosa de que la celebración tuviese lugar en su pueblo. «¡Mejor que mejor!», exclamaba mientras se preparaba para lo que se le venía encima por la tarde con el aluvión de curiosos. El alcalde de San Lorenzo, José Luis Fernández, confirmaba la opinión de los ciudadanos. «Este es un pueblo muy tranquilo. Desde hace dos meses llevamos a cabo labores de coordinación con las fuerzas de seguridad, pero no se ha notado una movilización especial». El responsable del consistorio ha hecho todo lo posible para mantener la tranquilidad en la localidad que conservó su ritmo de vida y el programa de sus fiestas patronales en pie. La propia Ana Botella le dijo personalmente que «los novios querían molestar lo menos posible Tras las vallas A las cinco de la tarde, los cientos de curiosos comenzaron a agolparse en la lonja del monasterio. «¡Qué calor!» era la frase más oída bajo el sol de la tarde, mientras comenzaba el goteo de invitados. Algunos de ellos se habían acercado desde lugares lejanos para presenciar el evento, como una pareja de jubilados de Granada que ya había visitado Quintanilla de Onésimo «para ver a Aznar». «¡Aquel era ministro de algo!», exclamaba María Angeles. «¡Y qué mujer más guapa!». Se trataba de Álvarez Cascos y esposa. La calorina iba haciendo de las suyas en la lonja mientras el goteo inicial de invitados se hacía cada vez más fuerte y llegaba el novio conduciendo su propio todoterreno. «¡Guapo!» exclamaban las allí presentes. Crecía la emoción.

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