Diario de León

Pionera de la pasarela en los 60

Jacoba, la modelo leonesa de Tilsa

La roblana Jacoba Díez fue la única modelo leonesa que posó para los catálogos de Tilsa, junto con su compañero de pasarela, Jimmy. 52 años después ha visto por primera vez la foto en la que aparece subida en el tejado de la desaparecida fábrica, con jersey de punto a rayas y pantalón.

Jacoba Díez, en la actualidad, junto a la foto de su posado en el tejado de Tilsa. FERNANDO OTERO

Jacoba Díez, en la actualidad, junto a la foto de su posado en el tejado de Tilsa. FERNANDO OTERO

León

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Unas modelos posaron subidas en la fachada de la Catedral, otras en la profundidad de la mina y Jacoba en lo más alto de Tilsa, en el tejado de uralita de aquella fábrica leonesa, fruto del corto sueño industrial de León, que se alzaba en la carretera de Vilecha.

Forcano, que con los años fue reconocido como premio Nacional de Fotografía (2012), revolucionó la imagen de la moda en León. Eran los años 60, el planeta ampliaba sus horizontes hasta la Luna y las faldas se acortaban por encima de las rodillas y más arriba. Los desfiles militares daban paso a los de moda y el blanco y negro de la posguerra se teñía de los colores de la era pop.

Jacoba Díez en desfiles para Lobato en el hotel Temple de Ponferrada. DL

Jacoba Díez en desfiles para Lobato en el hotel Temple de Ponferrada. DL

Un puñado de jóvenes se subían por primera vez a la pasarela en la capital. Jacoba Díez fue una de aquellas pioneras. Había aprendido a pasar modelos en París durante una estancia de un año en la capital francesa. A su regreso quería abrirse camino en la vida.

«Vine a León desde La Robla, donde me crié, y no sabía que cartas iba a tomar. Un día me ofrecieron pasar una ropa para Lobato. Fui. Les gustó y seguí pasando ropa». En la casa de modas Nicole, ligada a Lobato, Jacoba se convirtió en la modelo de referencia para las colecciones de otoño-invierno y primavera-verano. No había más. Con el tiempo, la contrataron como dependienta y lo alternaba con el pase de modelos.

En un desfile en San Marcos. DL

En un desfile en San Marcos. DL

El hostal de San Marcos, el hotel Temple de Ponferrada, las discotecas que se abrían en La Bañeza y en Carrizo, Astorga... viajaban en autobús por toda la provincia. Su novio la acompañaba casi siempre.

Hace unos días quien ahora es su marido —cumplieron las bodas de oro en 2020— vio en Diario de León la foto del primer catálogo de moda de la empresa Tilsa. Una joven en minifalda subida, entre dos columnas, en la portada oeste de la Catedral le recordó aquellos tiempos.

Tiempo de cambios

En León las chicas apostaron por la minifalda aunque eran señaladas por una sociedad clásica

Se la mostró a Jacoba y un aluvión de vivencias se agolparon. «La de la Catedral no soy yo, pero yo posé para esos catálogos. Lo recuerdo bien...», comenta por teléfono tras ponerse en contacto con Diario de León emocionada por el descubrimiento.

Las tendencias de los 60 trajeron la minifalda a León. DL

Las tendencias de los 60 trajeron la minifalda a León. DL

Las dudas se despejan cuando tiene en sus manos los tres catálogos. «Recuerdo me hizo una foto subida en el tejado de la fábrica y otra en la escalera», comenta. Es el tercero y último catálogo que hizo la fábrica leonesa, bajo la dirección de José Riba Marsal, con su amigo Eugenio Forcano, el fotógrafo que había conocido en Canet de Mar y que se abría paso en el mundo de la imagen en color con firmas textiles. Entre 1967 y 1969 realiza tres viajes a León para retratar in situ a las modelos con las prendas de la fábrica. Con él traía a una troupe de modelos extranjeras.

Jacoba y Jimmy fueron los dos únicos leoneses que vistieron la ropa de Tilsa para este epílogo de la moda, que estaba ambientado en las modernas instalaciones de la fábrica. El fotógrafo mezcló a las modelos con las obreras y obreros de la fábrica, de la misma manera que había hecho en el anterior con los hombres de la mina y los campesinos.

Jacoba no recuerda cómo llegó a aquella sesión con su cabagge, junto a las exhuberantes modelos extranjeras que traía Forcano. Nunca vio las fotos. Ni siquiera las que se reprodujeron, aunque tuvo noticias de la publicación. «Me decían que me habían visto», comenta.

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La minifalda se abría paso, a pesar de que en León «somos muy clásicos y particulares y a veces te tildaban por llevarla». «No era yo sola la que la llevaba y como tenía las piernas flacas no era en la que más se fijaban. Se llevaban las mujeres más orondas», bromea.

Su vida como modelo «duró tres años porque después me casé, tuve a mis hijos, dos chicas y un chico —y cuatro nietos— y me hice comercial», relata.

«Fue una experiencia como otra cualquiera. Me lo tomé en serio y lo hacía encantada», añade. Además de ropa, también pasó joyería. «A los desfiles acudía muchísima gente, les encantaba, con música en directo. Lobato trajo a grupos muy buenos para pasarlos: Los Pop Tops, Los Canarios... Estaba muy bien acompañado y muy glamuroso», recuerda.

En León, las tiendas de moda más adelantadas, como Lobato y su taller de costura Nicole, y la fábrica Tilsa fueron las embajadoras del nuevo tiempo que venía cosido, puntada a puntada, o tejido a punto con la entonces moderna maquinaria de la factoría textil.

Costureras, ingenieros y mecánicos, obreras y encargadas, dependientas y comerciales hacían funcionar el engranaje de la incipiente industria de la moda. Pronto se sumaron otras piezas esenciales. Las pasarelas eran surcadas por atrevidas jóvenes y algún que otro hombre. Eran el escaparate para popularizar las nuevas tendencias.

En el taller de Nicole, que regentaba doña Enriqueta, trabajaban ocho personas cosiendo con una encargada general. «Trabajaba con firmas muy buenas de Barcelona y muchas subvencionaban los desfiles.

Cuando desfilaban en el hostal de San Marcos iba Toño, el peluquero para completar la imagen de las modelos, con los peinados de la época. Fueron tres años intensos que terminaron cuando eligió casarse y seguir en el sector del comercio en lugar de irse a Barcelona para desfilar para una firma de pieles. Decidió quedarse. Su compañero de pasarela, Jimmy, sí marchó. «No sé si yo me hubiera desenvuelto en aquel mundo», reflexiona, ya jubilada después de una larga carrera en el comercio —tuvo la franquicia de ropa de nieve y fundó la tienda de lencería Jacoba en el pasaje de los Agustinos— y en los últimos años como comercial junto a su marido y su hijo, en el sector del calzado.

Si pudo hacer carrera o no como modelo no los sabe. «Pero no lo añoré, me compensó lo que hice. Me dediqué en cuerpo y alma a mis hijos y a mi marido». Y siguió trabajando. «Eso es una cosa que he tenido siempre clara: yo soy autónoma y así se lo inculqué a mis hijos. Cuando tienes trabajo y no dependes de nadie eliges lo que quieres de otra manera», apostilla.

Aquella fábrica cuyo tejado se convirtió en pasarela y cuyas obreras y obreros posaron con las modelos profesionales cerró en 1976. «Fue un avance para León, me encantaba, trabajaba mucha gente y se fulminó en un momento, como tantos comercios... Me da pena. Ahora solo quedamos mayores».

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