cartas al director

c Luis Alberto Rodríguez Arroyo escribe sobre una ‘Segunda generación frágil’: «Mucho se habla de la pérdida de autonomía de nuestras hijas e hijos. La hiperprotección que les prestamos les hace frágiles, o lo que es peor, vulnerables. Su resiliencia ante la adversidad se acerca a cero sin la supervisión de los progenitores. Sin embargo llegamos tarde a darnos cuenta del problema. Algunos —si no muchos— de nuestros descendientes ya han comenzado a tener familia. Y padres y abuelos acompañan a los servicios de Urgencias —por sólo poner un ejemplo— a niñas y niños de corta edad con motivos de consulta banales. El susto del menor es entendible tras observar la falta de recursos con la que sus padres y abuelos —por solidaridad— afrontan el evento adverso. Así no resulta difícil observar cómo una picadura leve de mosquito puede convertirse en un supuesto compromiso vital, o cómo un rasguño o arañazo da la sensación de que inicialmente precisa algo más que un ligero toque de antiséptico. Qué dirían los bisabuelos del menor viendo cómo donde antes ellos aplicaban una friega con ajo para aliviar el dolor, ahora se administra un corticoide. O cómo donde el agua y jabón hacía maravillas, ahora es necesario un apósito de última generación. La fragilidad ya alcanza a la segunda generación y sin visos de buen pronóstico».

c Horacio Torvisco titula su carta ‘El monopolio de la opinión’: «El tipo de debate o las polémicas que una sociedad sostiene, definen, no tanto los problemas reales de esa sociedad sino el poder que ejercen determinados medios y sus creadores de opinión, para decidir de qué y cómo hablar de esa realidad. Cuando ante una clara escasez de energía a corto plazo y una propuesta de las autoridades nacionales y europeas que palíen ese problema, de lo que se habla es de si apagar los escaparates comerciales a las diez de la noche puede crear inseguridad ciudadana, es obvio que o bien no se ha entendido nada, o lo que es peor, sí se ha entendido pero de lo que se trata es de armar ruido para esquivar el debate real. Los ciudadanos estamos hartos de este permanente insulto a nuestra inteligencia por esos creadores de opinión, activistas al servicio de una causa, por cierto, muy poco noble y justa».

c José Viñas García escribe de ‘Hijos y separación’: «‘El síndrome de alienación parental es un trastorno por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con objeto de obstaculizar y destruir sus vínculos con el otro progenitor’. Esto es muy cruel, para quien lo sufre. Este comportamiento es perjudicial siempre para los niños, dos padres que se separan deben ser responsables y no usar los niños como arma de odio hacia su padre o su madre.

Hay que decir que lo sufren mucho más los padres por ser las madres quienes casi siempre tienen la custodia por unos jueces incapaces de asimilar que los hijos son de ambos por igual ante la ley y ante la sensatez.

La custodia compartida ya en sí es una especie de cortar por la mitad a los hijos, un rato tú, otro poco yo. Pero es la mejor de todas las decisiones, los hijos son los paganinis siempre de los no perdones y las sinrazones entre sus progenitores. En medio, unas criaturas que consumen consentimientos de ambos y pocos tirones de orejas, recibiendo una educación pésima.

Por ello, sepan separar sus diferencias a la hora de tratar toda la educación de sus hijos. Háganlo por ellos.

No es fácil aparcar rencores y diferencias después de una ruptura, sus hijos, no tienen ninguna culpa. Sean responsables».

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