Diario de León

DURALEX SE ROMPE

La última fábrica del «cristal prácticamente irrompible» ha apagado sus hornos en Francia por el alto precio del gas. Duralex nació el 6 de junio del 45 en una Europa recién liberada y devastada por la guerra. En aquellas circunstancias un cristal irrompible parecía una promesa casi mágica

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La fábrica de Duralex en La Chapelle-Saint-Mesmin, un pequeño pueblo francés a seis horas de viaje de la frontera española, va a parar su producción el 1 de noviembre.

El parón podría ser solamente temporal —la intención de la empresa es que dure cuatro meses— y su causa, la brutal escalada de precios del gas y la electricidad. Pero las dificultades que ha sufrido Duralex durante los últimos años bien podrían provocar que este cierre supuestamente transitorio se convirtiera en definitivo y que nunca más volvieran a fabricarse sus platos de color ámbar. Eso, queridos lectores, sería una gran desgracia para la historia del menaje doméstico y también para mí, que colecciono utensilios de cocina y me honro de tener varios juegos de vasos y platos duraléxicos en el armario.

Seguro que tienen ustedes alguno, heredado del ajuar familiar o comprado en algún puesto de segunda mano. Si no es así y les entra ahora la urgencia de poseer un ejemplar, sepan que ahora les va a costar algo más agenciarse uno: Duralex ha sido durante la última semana una de las estrellas del mercado coleccionista. No sé si por la constante repetición de la marca en las noticias o por el miedo a que verdaderamente se acaben las existencias, pero el caso es que por ejemplo Todocolección está viviendo un importante auge en el trasiego de tazas, platos y rabaneras hechas en vidrio templado. ¿Que no saben ustedes qué es una rabanera ni para qué porras sirve? Ésa es una de las razones de la decadencia de Duralex: ya no necesitamos tanto menaje ni le prestamos la atención que antiguamente mereció.

El vidrio templado nació en una época en la que el mundo necesitaba resistencia. Su proceso de fabricación fue desarrollado por la empresa cristalera Saint-Gobain, dueña de la fábrica de La Chapelle-Saint-Mesmin, a finales de los años 30 y se patentó el 8 de mayo de 1944, justo antes del Desembarco aliando en Normandía.

La marca Duralex se registró el 6 de junio del 45, en una Europa recién liberada y devastada por la guerra. En aquellas circunstancias un cristal irrompible parecía una promesa casi mágica, un material milagroso que compartía las ansias de fortaleza y reconstrucción de todos los franceses. Calentado hasta los 700 grados y enfriado después muy rápidamente, este tipo de cristal adquiere una gran resistencia frente a los golpes y los cambios de temperatura. Es muy difícil de romper e incluso cuando lo hace se quiebra de un modo tan escandaloso como seguro, dividiéndose en numerosos fragmentos sin esquinas cortantes.

En Saint-Gobain fueron listos hasta para dar nombre a su marca: eligieron un axioma procedente del derecho romano, ‘dura lex, sed lex’ (ley dura, pero ley), que evoca el principio de universalidad de las leyes. Todo el mundo está obligado a respetarlas, sea rico o pobre, y en cierta manera Duralex hizo justicia a ese lema fabricando un producto capaz de satisfacer a todas las clases sociales.

Aquellos platos de color transparente, ámbar o verde eran prácticos, duraderos y democráticos. Gracias a ellos fue posible tener una bonita vajilla de uso diario que cumpliría su función durante décadas y sin afearse lo más mínimo.

La durabilidad fue la clave del éxito de Duralex y, con el paso del tiempo, también su talón de Aquiles. Hoy en día podemos reponer fácilmente cualquier utensilio de menaje y los consumidores prefieren variedad o cantidad antes que calidad.

También los gustos cambian: durante los últimos años hemos sufrido la invasión de los horribles platos cuadrados, de la pizarra y de los cuencos, pero nadie ha recuperado la vajilla de cristal, un material que nuestro ideario estético considera viejuno y que ya no usan ni en ‘Cuéntame’. Sin embargo hace 60 años tener una vajilla de vidrio templado era signo de modernidad.

Cuando en junio de 1956 el Real Madrid viajó a París para jugar la final de la Copa de Europa contra el Stade de Reims, lo primero que hicieron los futbolistas españoles en la capital francesa fue ir a comprar Duralex. De allí se volvieron con el título de campeones y con un juego completo de platos yeyés.

En España Duralex era aún objeto de contrabando y de furtivas compras en Hendaya, Perpiñán o Andorra. La demanda se solucionó primero con la importación y luego, en 1963, con la fabricación directamente en territorio nacional. Busquen el sello a esa solitaria taza verde que guardan en casa: es muy posible que en vez de ‘made in France’ ponga ‘Vicasa-made in Spain’, ya que Duralex fue producido durante muchos años por Vidriera de Castilla SA, en Azuqueca de Henares (Guadalajara), junto a la vieja N-2. ¿Cómo no nos va a dar pena que se acaben los platos de color ámbar?

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