Diario de León
No falta el esplendor de la montaña en la orografía de la zona de Valdepiélago. Es una de las señas de identidad.

No falta el esplendor de la montaña en la orografía de la zona de Valdepiélago. Es una de las señas de identidad.

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Es Valdepiélago zona de acceso por el puente romano que lleva restaurado siete años en la actualidad. Es la entrada del Camino Olvidado, que pasa por el Ayuntamiento y se desvía hacia La Mata y Valdorria. Todo presidido por una componente paisajística que tiene un camino difícil pero agradecido, para conocer la otra vertiente.

El camino es una continuación hacia Correcillas y Villalfeide, Vegacervera y final de la ruta. El paisaje marca la belleza de una zona preciosa con la montaña al fondo y la ermita de San Froilán. Los peldaños y el camino de acceso son lo mejor de la zona.

Es una invitación al peregrino. Hay sitios difíciles pero se puede localizar la zona con GPS para que no haya ningún problema de seguridad.

De la inabarcable posibilidad de rutas para el paseo a pie, a caballo o en bicicleta, cabe apuntar una pequeña selección de ofertas. Son como una rosa de los vientos, un vendaval de pasos para perderse hacia los cuatro rumbos, donde una cambiante naturaleza ofrece las más variadas sensaciones al peregrino.

Las religiones siempre proponen paraísos en el cielo. El Curueño los diseñó en el suelo y el agua. Escorzos fugitivos, corrientes que parecen sensibles, un dibujo de alisos para encajar el cauce del río vertebrador, alfombras vegetales y cumbres vertiginosas.

Caligrafiar el relieve del Curueño medio es acompañar la noche de las eras geológicas hacia el alba de la belleza. En este ámbito dulcemente bravío se ubica el municipio de Valdepiélago, antigua cabeza y capital de la ´Real Encartación de Curueño.

Pertenece a la Montaña Central del norte de León, en la soldadura de caliza y verde. Su vocación geográfica lo une al cordón umbilical del río Curueño, que desde el puente de ´Los Verdugos´ (o ´del Ahorcado´) cambia las aguas de jurisdicción. El vigía del ´Cueto Ancino´ despide allí la caliza y se adorna de una bordura vegetal, que adentra al río en la ribera. Todo es cuestión de saber disfrutarlo lo mejor posible en su medida.

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