Diario de León
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La evaluación ciudadana de la situación actual de los medios informativos españoles imprescindibles, en transición y mejorable, de José Juan Toharia y Andrés Medina, presidente y director general de Metroscopia, revela que, en conjunto,  los medios informativos españoles (es decir, de lo que convencional y elípticamente solía englobarse bajo la genérica etiqueta de “el mundo de la prensa”) se traduce en un complejo haz de opiniones, valoraciones y expectativas sobre una actividad considerada imprescindible pero que, en estos momentos, presenta una imagen en buena medida confusa y desdibujada, con claras zonas de luces y sombras.

Quizá es lo que cabía esperar, dada la situación actual del sector, inmerso en un profundo proceso de reconversión tecnológica que propicia la emergencia de nuevas modalidades informativas y que requiere la adaptación y profunda renovación de los soportes tradicionales.

▪ Para empezar, el estudio de Periodismo 2030 y la Fundación AXA permite una primera y clara conclusión que, por su significación, cabe entender como telón de fondo para todos los datos obtenidos: los españoles consideran decisiva la existencia de medios informativos libres e independientes para el funcionamiento adecuado de un sistema democrático.

La confianza de los lectores de Castilla y León en sus periódicos supera en siete puntos a la media nacional

Un llamativo 87% afirma, en efecto, que “para que una sociedad sea realmente libre y democrática es necesario que existan medios de comunicación de calidad, libres e independientes”. Y un asimismo masivo 77% cree que “la existencia de una amplia diversidad de medios informativos independientes permite detectar y controlar los errores abusos de organismos o instituciones poderosas, sean públicas o privadas”. En esta cuestión, y hace ya 236 años, Thomas Jefferson expresó, un posicionamiento extremo con el que siguen identificándose hoy los españoles de forma mayoritaria (47% frente a 17%): “Puesto que nuestro sistema de gobierno se sustenta en la opinión del pueblo, el primer y principal objetivo ha de ser lograr que, en la práctica, ocurra realmente así; y si de mí llegara a depender optar entre gobierno sin periódicos y 2 periódicos sin gobierno no dudaría ni un momento en preferir la segunda alternativa1 ”.

▪ Un segundo dato destacable es que, por encima de los reajustes y turbulencias que actualmente experimenta el sector de los medios, los españoles se sienten suficientemente informados en líneas generales: así lo indica un 83%. Aunque, conviene añadir, que no tan imparcial y verazmente como desearían: - un 64% (frente a un 12%) considera, en efecto, que, en conjunto, hoy los medios no distinguen adecuadamente entre información y opinión; - un 65% reclama que los medios expliciten su orientación editorial (para que el lector esté sobre aviso respecto de posibles sesgos. Algo, por cierto, que un 64% reconoce que en general los medios dejan ya suficientemente explícito a sus seguidores); - solamente un 39% de la ciudadanía cree que los medios informativos, en conjunto, ofrezcan hoy una visión veraz y fiable de la vida política y social nacional; - y tienden a predominar (45% frente a 34%) quienes creen que, en realidad, todos los medios informativos españoles informan hoy más o menos de la misma manera.

▪ Al mismo tiempo, la propia ciudadanía se muestra consciente de sus sesgos ideológicos personales: así el 71% reconoce que “todos solemos leer o seguir en mayor medida a los medios informativos con planteamientos y opiniones más cercanos a los nuestros”. De ahí que, coherentemente, un masivo 87% concluya que “para estar bien informado sería conveniente seguir más de un medio informativo”.

▪ Un efecto temido (e incluso anticipado) de la revolución digital fue, durante un tiempo, el posible deterioro —y aun la gradual obsolescencia— que la misma produciría en el periodismo como profesión. Se consideraba que la proliferación y generalizada disponibilidad de medios de comunicación digitales daría lugar a la emergencia de una utópica figura: el “ciudadano periodista”. Cualquiera, con un móvil de última generación, podría estar en condiciones de informar sobre lo que en torno suyo pudiera suceder. Pero ser testigo no significa, sin más y 1 Carta de Thomas Jefferson (a la sazón embajador de los recién nacidos Estados Unidos en Francia) a Edward Carrington, 10 de enero de 1787. 3 automáticamente, convertirse en informador profesionalmente capacitado. Y así lo cree una mayoría de ciudadanos (57% frente a 36%, y sin diferencias significativas en las respuestas en función de la edad). Hoy por hoy, las informaciones de periodistas profesionales siguen siendo tenidas, mayoritariamente, como más creíbles y veraces que las de youtubers o streamers (53% frente a 23%; pero, en este caso, con un matiz relevante: entre los menores de 35 años estos porcentajes de respuesta tienden a igualarse). Estos datos sugieren que, por el momento, la revolución digital —y todo lo que está conllevando— lo que realmente parece estar poniendo en cuestión son las técnicas tradicionales para tratar, transmitir y hacer accesible lo considerado como noticiable; pero no el tratamiento profesional requerido para convertirlo definitivamente en noticia. Con todo, los datos apuntan que parece haberse producido un cierto deterioro en el reconocimiento social de la específica y exclusiva capacitación profesional del periodista para convertir adecuadamente un hecho en noticia.

▪ En noviembre de 2010, Nicholas Negroponte, fundador del Media Lab del prestigioso MIT, y reputado gurú en el ámbito de las nuevas tecnologías, se aventuró a vaticinar que “en poco tiempo, para 2015, la prensa escrita no existirá”. Y añadió: “e incluso dejaremos de lado la televisión”. No ha sido así, ni parece que vaya a serlo en un futuro cercano2 . Aunque, ciertamente, los medios informativos se encuentran actualmente en una compleja situación de transición, que presenta los siguientes grandes rasgos:

  • ✓ En el concreto ámbito de lo que solía ser la prensa escrita, conviven ahora, entremezclados, medios impresos (de pago) que ofrecen además una versión digital (gratuita); medios nativos digitales gratuitos; medios con versiones impresas y digitales, ambas de pago; y medios nativos digitales que gradualmente van pasando a ser de pago. Y a ello hay que sumar las llamadas “redes sociales”, gratuitas y ampliamente seguidas (49%), pero a la vez consideradas fiables y creíbles por un minoritario 28%; sin duda, con su sola existencia, y el “ruido” que generan, están contribuyendo de forma sustancial a emborronar y desvirtuar el actual paisaje mediático.
  • ✓ La gratuidad inicial de las ediciones digitales puede haber inducido a parte de la ciudadanía a considerar que ahora debe ser posible, con las innovaciones tecnológicas, elaborar informaciones fiables y de calidad sin necesidad de aporte económico alguno por parte de sus potenciales lectores. 2 Ya dejó advertido el premio Nobel de Física Niels Böhr, bienhumoradamente y haciéndose eco de un viejo proverbio danés, que “predecir es una empresa difícil, sobre todo si se refiere al futuro…”. 4 El tradicional concepto de “mi periódico” (aquél a cuya financiación se contribuye comprándolo) puede ahora estarse convirtiendo, para muchos, en “el periódico que leo pero que pagan otros”, con el consiguiente recelo —más o menos explícito— que, respecto de su contenido, puede propiciar esa “mano oculta” financiadora. Dos datos de este estudio resultan reveladores del desconcierto y confusión existentes a este respecto: por un lado, en este momento, los españoles no acaban de tener claro si para conseguir informaciones de calidad es preciso estar dispuesto a pagarlas (un 39% cree que sí, un 36% que no); al mismo tiempo, un 52% de los españoles considera que ahora en nuestro país los medios informativos no son, en conjunto, realmente libres e independientes (frente a un 44% que cree que sí lo son). ¿No cabe intuir la existencia de una conexión —más o menos explícita— entre ambos conjuntos de respuesta? La opacidad —para el usuario medio— del concreto modo en que se logra financiar la publicación que lee, puede quizá generarle alguna suspicacia respecto de la fiabilidad y credibilidad de lo publicado.
  • ✓ Para la más correcta interpretación de lo que realmente significa el ranking de seguimiento declarado de los distintos medios informativos procede analizarlo en relación directa con el ranking de confianza referido a las informaciones que proporcionan. El saldo evaluativo que recoge el siguiente cuadro revela cómo el grado de seguimiento de un determinado soporte informativo no guarda, en modo alguno, una relación lineal con el nivel de confianza que pueda merecer lo que ofrece.

La prensa escrita (que en conjunto tendría unos 11 millones de seguidores regulares) en realidad sigue inspirando credibilidad y confianza a casi al doble de esa cifra (en torno a 20 millones). En el polo opuesto se situarían las redes sociales: seguidas regularmente por unos 20 millones de personas solo resultan confiables y creíbles a apenas 10 millones (de los cuales casi cuatro son menores de 34 años, y apenas uno mayores de 65): para el resto parecerían constituir más bien un medio de entretenimiento.

▪ Finalmente, cabe destacar dos datos del presente estudio, aparentemente colaterales, pero que en la práctica parecen actuar —y de forma más o menos intensa y velada— como “avalistas” de la mayor fiabilidad de determinados medios informativos:

a) por un lado, la trayectoria histórica del medio: un 45% de todos los españoles dice sentir, de entrada, más confianza en lo que publica un medio con muchos años de existencia, frente a un 16% que dice considerar, en principio, más creíble a un medio de creación reciente. La subsistencia ininterrumpida en el tiempo de un medio podría así obrar como garante de la fiabilidad del mismo.

b) Por otro, la implantación local (provincial o regional) del medio: en el conjunto de España los periódicos de ámbito nacional y los locales/regionales inspiran la misma credibilidad y confianza a sus lectores. Algo, por cierto, en línea con lo que ocurre en varios de los países de la Unión Europea que constituyen nuestro entorno referencial más evidente, pero, quizá, algo más acusado en el nuestro (a fin de cuentas, somos prototípicamente “el país de la patria chica”, como nos definiera Gerald Brenan3 ).

En 1961, preguntado en una entrevista publicada en el rotativo británico The 3 Gerald Brenan, The Spanish Labyrinth (1942, Prefacio). 6 Observer qué era para él un buen periódico (y, por extensión, por un buen medio informativo), el dramaturgo Arthur Miller ofreció una respuesta devenida famosa: “Un buen periódico, supongo, es una nación hablándose a sí misma”.

Lo que, en efecto, la existencia de una prensa libre e independiente hace posible, al margen de (o además de) los cauces de intermediación políticos institucionalizados en una democracia, es precisamente la permanente y revitalizante interlocución entre los distintos ámbitos sociales que permiten los medios informativos. Estos actúan así a modo de —imprescindible y complementario— “parlamento de papel”: precisamente la función que supieron desempeñar en nuestro país en los años finales del franquismo y durante la transición a la democracia y que ahora la sociedad parece recordar con clara añoranza.

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