Diario de León

Una melancolía que todos compartimos

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León

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josé enrique martínez

Hace unos meses celebramos el cuadragésimo aniversario del primer libro de José Luis Puerto publicado en 1982 en la colección leonesa Provincia, El tiempo que nos teje. Desde entonces, la obra lírica de Puerto ha crecido en cantidad y calidad, construyendo un universo poético que se enriquece con Ritual de la inocencia, título que propone el poetizar desde un «oficio de inocencia», con la necesidad de protegerlo en un mundo desacralizado, ahogado por el materialismo y lo utilitario. La enumeración de una serie de palabras presentes en su poesía bastaría acaso para tener una idea bastante certera del edificio poético de Puerto, palabras como celebración, comunión, fraternidad, compartir, participación, ofrenda, don, entrega, intemperie, precariedad, desamparo, orfandad, protección, origen, matriz, memoria, melodía, fulgor, iluminación, misterio, anhelo… Cada término va adquiriendo connotaciones que dan expansión significativa a esta poesía; «melodía», por ejemplo, constante en los poemarios últimos de Puerto, «la melodía de los montes», «la melodía del dolor», las melodías del mundo, metáfora que, reiterada, atesora valores simbólicos de especial potencia significativa. Hay un término, «mano», que en Ritual de la inocencia cobra especial relevancia, sobre todo en el «(tríptico de la mano)»: caricia, protección, fraternidad, compañía, tacto, ofrenda, amor…, porque «a la mano confluyen / Nuestros anhelos y nuestras pasiones… / Porque en la mano el dar y el recibir / Configuran la cifra / De todo lo que somos». Pero no puedo detenerme en poemas concretos, sino en generalidades. La poesía de Puerto huye del espectáculo y de lo grandioso, celebra «Lo pequeño, lo humilde, / La vida antigua en la pobreza, / Todo aquello que está en desamparo»: un pájaro que vuela, la humilde presencia de un cardo al pie de un camino, el árbol, símbolo del anhelo humano de ascensión, una fuente que nos retrotrae a «la melodía antigua del origen», al igual que la huella humana o la memoria antigua en una estela, un sarcófago (en un hermoso poema) o los cestos de Zurbarán y su trama de mimbres: esos son «los bienes del mundo», «La belleza que prefiero / La que se manifiesta / En lo más desvalido», los elementos de salvación. Palabra pacífica la de Puerto, que como una mano también, conduce al apaciguamiento interior, a la visión sacralizada del cosmos, a las fuentes de la memoria y del saber, a una secreta melodía que todos compartimos.

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