Diario de León

Vicenta López: «Todos los días son como subir el Everest»

- Vicenta López nació sin la mano izquierda. En los años 50 y 60 del siglo pasado más de 3.000 bebés nacieron con alguna discapacidad física como consecuencia de la talidomida, un medicamento que se prescribía para aliviar las molestias del embarazo

Vicenta López, víctima de talidomida. FERNANDO OTERO

Vicenta López, víctima de talidomida. FERNANDO OTERO

León

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A Vicenta López sus compañeros del colegio la apartaban de los juegos cuando era pequeña. «Me di cuenta de que me faltaba la mano izquierda cuando tenía unos cuatro años. En el colegio me dejaban de lado y me fijé que los demás niños tenía dos manos». Su madre resolvió responder con un cuento tradicional a las insistentes preguntas de su hija pequeña: «Te comió la mano la cigüeña, me dijo, y yo no paraba de decir ‘cigüeña mala’». 

Con el tiempo supo que no era la única que nació con una discapacidad física. La Asociación de Víctimas de la Talidomida calcula que en España nacieron unos 3.000 bebés con alguna mutilación física, como consecuencia del medicamento que prescribían las embarazadas en los años 50 y 60 del siglo pasado para aliviar las molestias del embarazo. «Empezaron a salir noticias de las consecuencias que tuvo una medicación que recomendaban a las madres embarazadas para evitar las náuseas y los mareos del embarazo». Las mujeres a las que los médicos recetaron talidomida entre 1955 y 1985 tuvieron hijos con malformaciones físicas por el efecto del fármaco. «Las madres se sintieron culpables, pero los hijos han tenido que aprender a vivir con esa discapacidad. Tienes que superarte día a día, superar tus miedos e inseguridades. Es como subir todos los días el Everest».

A Vicenta, que tiene 59 años, nunca se le ha borrado la sonrisa. A pesar de que ahora le ha tocado también afrontar la enfermedad de su hijo, que padece una enfermedad rara. «La vida es un aprendizaje. Tenemos que aprender a vivir con lo que nos toque. Hemos venido aquí para superarnos».

«De pequeña me daban de lado en el colegio, pero nunca se me ha puesto nada por delante»

Casada, tiene un hijo de 36 años y una hija con 33. Estudió EGB, vendió cupones y su jefe de entonces es ahora su marido. «Siempre tuve claro que quien me quisiera tenía que quererme como soy, con o sin mano». 

Crió a sus dos criaturas sin apenas dificultades. «He hecho lo que me he propuesto», dice. No quiere sentirse ni ser víctima, aunque lamenta la inacción del Gobierno con los afectados. 

La vida ha sido un reto todos los días. Criar a sus hijos, llevar su casa, hacer la compra, coser, cortar y teñir el pelo, hacer ganchillo. «Todo lo de la casa lo hago sin problemas. Me las apañé. Para mí no existe el no. Nunca he tenido ningún problema».

No hace falta hacer grandes proezas en la vida para ser un ejemplo de superación. Vivir con alguna discapacidad ya es un reto.

Ahora está muy pendiente de la salud de su hijo y para que no le falten las fuerzas como cuidadora, va a pilates, zumba, danza, y expresión corporal. «Estoy en el grupo de danza Urban Soul León. «Hemos estado en el campeonato de danza».

Está jubilada. «Me jubilé por la mano. Mi dieron el certificado de minusvalía, que reconoce que mi deformidad es por la talidomida, aunque lo que han hecho con las valoraciones en el Instituto Carlos III es otra cosa, han dejado afuera a mucha gente y la mayoría sin indemnización».

«Aunque soy muy risueña hay muchas cosas que me quitan la sonrisa, como las guerras, que siempre perjudican al pueblo, a los que menos tienen».

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