Diario de León

ENTREVISTA | MANUEL FERNÁNDEZ GONZÁLEZ. MIEMBRO DEL SERVICIO DE CIRUGÍA ORTOPÉDICA y TRAUMATOLOGÍA

«Tras el atropello valoro más el papel de los sanitarios no médicos para la recuperación del paciente»

León

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Todavía necesita las muletas para caminar . El 20 de octubre de 2023, Manuel Fernández, ex jefe del servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Complejo Asistencial Universitario de León, ex responsable de la Unidad de Raquis, de referencia en toda la Comunidad, y actual miembro del servicio, sufrió un grave atropello en Valladolid cuando se dirigía a recoger un galardón a toda su trayectoria, en la IV Edición de los Premios Asociación Escoliosis de Castilla y León. Tres meses después de ese suceso, el cirujano continúa con la rehabilitación y confía en volver a incorporarse de nuevo a su labor asistencial, donde permanecía en activo tras pedir la prórroga en el servicio. «Quiero acabar mi carrera trabajando en lo que me apasiona y a lo que he dedicado mi vida».

—¿Cómo vivió el momento del atropello?

—Si te soy sincero, en ese mismo momento casi ni me enteré. Iba en un coche con un amigo y mi mujer porque ese mismo día, una vez que terminara el homenaje, continuaba el viaje a Burgos porque tenía que dar una conferencia organizada por el Hospital de Recoletos en el Día Mundial de la Osteoporosis. Mi amigo nos dejó en doble fila para que fuéramos para el acto porque íbamos justos de tiempo. Yo estaba ya en la acera y, afortunadamente, mi mujer se dio la vuelta para coger mi abrigo y por eso no la pilló a ella también. Sólo oí un grito: ¡Manolo! y vi algo que me impactó, que me pareció el morro de un coche, y acto seguido estaba tirado en el suelo, con dolor. Los que me vieron me dicen que el impacto me hizo volar unos quince metros y caí sobre el lado derecho, por eso la mayor parte de mis lesiones están en la parte derecha. Como médico lo primero que hice fue analizarme y explorarme. Estaba consciente, lo cual era bueno, no tenía traumatismo craneal, movía las piernas, con lo cual no había lesión en la columna, pero noté que tenía rota la tibia derecha y el brazo derecho, que me dolía un montón. Al taxista del coche que me impactó le dio una parada cardiaca y murió en el acto y tras darme a mí continuó y se empotró en una pared del edificio donde me iban a dar el homenaje. Mi mujer, que lo pasó francamente mal, lo primero que hizo fue ir a buscarme al hueco de la pared. Si llego a estar en ese hueco no estaría hoy aquí. Fue la primera que llegó a donde yo estaba.

—¿Su mujer tiene la misma especialidad que usted?

—Mi mujer es médico de familia. Ella vio que estaba consciente. Mi siguiente recuerdo es que acudieron varias ambulancias. Lo primero que hicieron fue intentar reanimar al taxista. Me desvistieron entero, con lo cual tenía un frío espantoso. Ese fue el momento en el que más dolor tuve, era horrible. Cuando me llevaron al Río Hortega y me hicieron un escáner, el paso obligado en todo polifracturado, se vio que tenía la pelvis derecha rota, una fractura jodida — y perdón por la expresión— tenía cinco costillas rotas, como el húmero derecho. Eso justificaba mis dolores. Más tarde se descubrió que también tenía rota la tibia izquierda. A mí me dolía, pero como no me podía poner de pie, cuando movía la pierna creí que era sólo por el golpe, pero resultó ser una fractura de la meseta tibial izquierda, que es la que se operó una semana más tarde. Por tanto, tengo casi todo el cuerpo roto. Se salvó el brazo y, afortunadamente, la cabeza y la columna, porque esas hubieran sido lesiones irreversibles.

—Un especialista como usted, que conoce perfectamente la repercusión que pueden tener todas esas lesiones ¿dio alguna instrucción a los médicos que le atendieron en un primer momento?

—No, sólo les dije el diagnóstico, que ya fue bastante.

—¿Y acertó?

—Sí, menos la pelvis y las costillas, porque no me dolían mucho. Pero les dije que neurológicamente estaba bien, porque estaba consciente, el tórax y el abdomen estaban bien, porque me palpé y no tenía problemas respiratorios, y les dije que tenía la tibia y el brazo derechos rotos. Como eran los especialistas del 112 procedieron a inmovilizarme, me cogieron una vía para ponerme un analgésico, porque estuve a punto de desmayarme por culpa del dolor, y lo siguiente fue el Río Hortega, la UCI, en la que estuve dos días y el traslado a la UCI de León, donde estuve otros diez días. La experiencia de la UCI no es muy buena, no por el trato, todo lo contrario, sino por la situación. Estás con una analgesia potente. Hay gente que fue a verme y no lo recuerdo. La estancia en el Hospital de León fue muy buena, estaba en mi planta, de la que fui jefe, pero fue muy, muy duro.

J. Hernández, M. Fernández, A. Lozano y J. Betegón, de la Unidad de Columna. FERNANDO OTERO

J. Hernández, M. Fernández, A. Lozano y J. Betegón, de la Unidad de Columna. FERNANDO OTERO

—Usted ha operado a muchos pacientes. ¿Cómo ha cambiado su perspectiva tras cambiar el rol de cirujano a paciente, qué ha aprendido en todo este proceso?

—Mucho. Reconocer la importante labor que otros estamentos no médicos realizan en el Hospital, como enfermería, celadores, auxiliares, la higiene y el trato que te dan. Yo no me podía mover nada, me pasaban a un sillón con un rulo, como una camilla de plástico. El trato me pareció excelente. Alguien podrá decir que porque soy de la casa, pero es un trato general. Les dije que me había dado cuenta de la importancia que esa labor tenía, que a lo mejor desde el estamento médico se ve como algo secundario. Me está pasando ahora con los fisioterapeutas. En tres meses he hecho muchos avances. Hay que tener en cuenta que estuve en la cama casi dos meses, me llevaban al sillón con una grúa, que resulta una situación grotesca en cierta medida. Entre mi hijo, que vive en casa, y mi mujer se defendían. Mis cuidados eran extremos. En el Hospital esos cuidados eran importantes y en casa también. He puesto en marcha muchas cosas en el Hospital de León y quería recuperarme lo antes posible y empece pronto con un servicio magnífico y que es poco conocido, como la rehabilitación domiciliada, que tiene concertada Sacyl para grandes incapacitados, como era yo en ese momento. Desde el 4 de diciembre ya subo al Hospital y es un equipo magnífico. Respondiendo a tu pregunta, lo que he podido apreciar es que hay estamentos no médicos que hacen una función magnífica y que la recuperación del paciente no todo tiene que ver con el médico. Sabes que sólo me dedico a operar columnas y ahora puedo notar que los pacientes que recuperaron y que estaban bien, se debía a la cirugía que yo hacía, pero en una gran medida a los cuidados complementarios de todos, hasta el transporte en camilla. Yo vivía el Hospital desde dentro y como paciente se vive de forma muy distinta.

—Como médico ¿hubiera hecho con un paciente algo diferente a lo que hicieron con usted?

—No. Afortunadamente, no me lesioné la columna, que es mi especialidad desde hace casi treinta años, dedicado a la cirugía de la columna. Las intervenciones que me realizaron yo ahora no las podría practicar, las hice hace años en traumatología general. Me han operado compañeros, concretamente el doctor Sánchez Lázaro, que es el actual jefe del servicio, junto a otros colegas. He visto las radiografías y el resultado ha sido magnífico. A la vista está.

—Supongo que muchos colegas de profesión han revisado minuciosamente su caso.

—La Unidad de Columna del Hospital de León es de referencia en Castilla y León y en base a eso me daban el homenaje en Valladolid el día del atropello, y porque estoy al final de mi vida profesional. Es una unidad de excelencia dentro de la Sociedad Española de Columna, estamos reconocidos en la capacidad formativa en deformidades de columna y patología compleja y eso ha hecho que seamos muy conocidos, quizás yo como más veterano e iniciador de todo. Tuve multitud de llamadas de compañeros y en el homenaje se juntó mucha gente de toda España. Compañeros traumatólogos se interesaron. Tuve unas 200 llamadas diarias cuando estaba en la UCI.

—¿Cuál es la parte positiva de esta experiencia?

—Que estoy vivo, que las lesiones son recuperables y he apreciado que se me tiene en buena consideración y reconocimiento. A veces tiene que pasar algo para que la gente te lo haga saber. Llevo 42 años dedicado a la medicina. Sé que muchos pacientes se han interesado. Mi consulta la están pasando mis compañeros.

—¿Y en lo personal?

—Mi escala de valores. Antes era una persona muy dedicada a mi profesión, quizás en exceso, viajaba mucho, daba muchas charlas, salía a operar, me invitaban a dar cursos, a congresos, me dediqué mucho al hospital. No quiere decir que eso no sea importante ahora, pero no lo más importante. Aprecio a la familia, que se ha volcado conmigo, como mi mujer, y quizás ahora mi escala de valores cambiaría un poco, me preocuparía más de mi vida,de mi familia y amigos, y en segundo lugar posiblemente mi profesión. Tarde, pero con esto he tenido muchas horas muertas para pensar. Estar en la cama casi sin poder moverte es muy duro y la cabeza da muchas vueltas.

—¿Cuánto tiempo estuvo ingresado?

—Son fechas que no tengo mucho interés en recordar, creo que fueron doce días en la UCI y veinte días en planta. Creo que no llegó al mes.

—¿Cuántas operaciones le hicieron?

—Me operaron en León un mismo día de la tibia y el húmero. A la semana siguiente me operaron la tibia izquierda. Espero que no me tengan que operar más. Me quedarán secuelas, pero son tolerables. El que tiene más miedo a un quirófano es un cirujano, eso no cabe ninguna duda. Si puedo, no quiero volver a entrar en un quirófano, pero no lo puedo asegurar.

—¿Pidió usted el traslado de Valladolid a León?

— En Valladolid me conocía todo el mundo. Yo prefiero que me operen en mi propio hospital, por mí y por mi familia, porque aquí están mis compañeros y mi casa. Me lo propusieron y acepté. Mi traslado no era peligroso. Llegué un sábado y el lunes me estaban operando.

—Usted podría haber elegido cualquier hospital para que le operasen.

—A mí me apena que la gente no tenga conocimiento de lo bueno que es el servicio del Hospital de León. Quizás haya otros que sean mejores en algunos campos, no globalmente. Me apena que la gente no sepa que la Unidad de Columna recibe enfermos de toda Castilla y León. La medicina no es publicidad, es la dedicación al paciente. Hay una gran diferencia entre la fama y el prestigio. Prefiero tener prestigio entre los compañeros. Hay médicos que engañan a los pacientes con campañas y publicidad que se paga.

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