Diario de León

El arca de Noé de los pueblos anegados en Luna

La restauración del edificio que se salvó de las aguas del pantano se culmina tras 3 años de trabajos

León

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La iglesia de San Martín de Láncara quedó levemente por encima de la cota de embalsado del pantano de Luna . Desde el montículo en el que los vecinos asentaron este templo, al norte del pueblo, los últimos habitantes del valle vieron cómo las aguas devoraban sus casas de su piedra, los puentes, las lecherías y molinos, las huertas y los árboles, la misma carretera que les comunicaba con León y Babia y Laciana.

Es una iglesia de pequeñas dimensiones, pero de gran «valor emocional» para los habitantes y descendientes de la zona por haberse salvado de las aguas. El edificio se data en los siglos XVI-XVII, salvo el ábside que podría ser anterior y tenía anexo el cementerio, como era costumbre en los pueblos.

Construida con materiales humildes de mampostería, la iglesia de San Martín de Láncara de Luna destaca por su cabecera cuadrada y el pórtico que mira al sur, un lugar estratégico desde el que se avista la inmensidad de las aguas que cubren el valle. El tamaño del ábside, inferior al resto, es lo que hace pensar a algunos expertos que podría tener un origen románico.

Aislado en el cerro, entre la carretera y el embalse, el tiempo había arruinado parte de sus muros tras perder el tejado. La vegetación se adueñaba de las piedras y los escombros se acumulaban en el interior cuando el Ayuntamiento de Sena de Luna, al que pasaron bienes y archivos del desaparecido municipio de Láncara de Luna, decide afrontar su restauración.

Iglesia de San Martín

El único edificio que se salvo de los dieciséis pueblos y barrios anegados por las aguas

El arquitecto Rogelio Geijo García planteó el proyecto en dos fases que suponen una inversión total de 241.368 euros. Una primera fase, por importe de 52.150 euros se centró en la limpieza de todo el solar y de los elementos constructivos existentes, consolidaron los muros existentes y se recuperaron zonas derruidas. Con técnicas de rejuntado y protección en remate superior se preservaron los muros frente a los agentes atmosféricos.

Conseguir los permisos de la CHD ha sido muy laborioso. La segunda fase, que se finalizará en uno o dos meses, según estimaciones de Geijo, ha sido más compleja. Se trata de una «restauración completa del edificio» con la reconstrucción de los muros hasta su nivel original, las cubiertas de madera y, finalmente, el tejado, además del acondicionamiento del interior, el entorno y el acceso. El importe de esta obra es de 189.218,84 euros.

Una vez que se termine la restauración, se llenará el ‘Arca de Noé’ de la memoria del valle de Luna. «La finalidad de la restauración integral de la iglesia de Láncara, aparte del propio valor del edificio, es que sea un edificio que sirva como referencia de homenaje y recuerdo a los pueblos sumergidos y sus habitantes, mediante fotos y textos explicativos», precisa el arquitecto.

Para ello esta previsto hacer un camino de acceso desde el aparcamiento de la carretera, y que en el edificio haya imágenes y demás documentación grafica y técnica explicativa del valle y pueblos existentes antes del pantano. Una memoria que, si se pudiera medir, abarca las más de 1.200 hectáreas que ocupa el embalse y la vida milenaria de los dieciséis pueblos y barrios que fueron anegados entre 1949 y 1956, cuando Franco inauguró el pantano. Arévalo, Campo de Luna, La Canela, Casasola, Cosera de Luna, Lagüelles, Láncara de Luna, Miñera, Mirantes de Luna, El Molinón, Oblanca, San Pedro de Luna, Santa Eulalia de las Manzanas, Trabanco, Truva y Ventas de Mallo son los nombres de los pueblos sacrificados que, después de 70 años, se pueden leer en los paneles colocados por la Casa del Parque de Babia y Luna en el mirador desde el que se accede a la iglesia de San Martín.

Tras la restauración

El templo se dedicará a recuperar la memoria gráfica y testimonial del valle de Luna

Es el comienzo de la recuperación de una memoria que se han llevado a la tumba muchos de los pobladores que salieron con las lágrimas en los ojos y los pies mojados. Manuela Suárez Martín, una de las últimas habitantes del valle, contaba hace unos años que se casó en Pobladura, donde pasó gran parte de su vida, pero vivió los últimos días de pueblos como Casasola y Láncara, donde, en 1953, nació uno de sus cuatro hijos.

Manuela contempló cómo se llenaba el pantano y vio muchas veces cruzar a los últimos vecinos de Cosera sobre unas tablas para llegar a Miñera. «Miedo no me daba, teníamos más miedo de tener que marchar que de quedar», recordaba en 2017 a los 92 años.

El origen de estos núcleos , que se cree ya tuvieron población en época romana, está vinculado a la época de la reconquista y más en concreto al reinado de Alfonso III, el Magno, y su esposa Jimena. La primera fortaleza del castillo de Luna, sobre cuyos restos se asienta la presa del embalse, es de Alfonso II, pero fue reconstruido por su sucesor.

En 1953, el escritor Víctor de la Serna, hijo de Concha Espina, realizó una crónica en la que relata con gran precisión y preciosismo la desaparición de las ricas vegas del Luna, «que un día fueron el jardín frutero más azucarado de la provincia», los bancales aterrazados donde se cultivaban las reconocidas lentejas de Mirantes, las laderas donde se arañaba la exigua producción de grano, apenas algo de centeno para hacer pan... Una labor agrícola que quedaba muchas a veces a cargo de las mujeres porque los hombres solían bajar con rebaños trashumantes a Extremadura a pasar el invierno. El puente de San Lorenzo o el de Trabanco, que al ser más estrecho servía como contadero de las merinas... Solo la espadaña de la iglesia de Lagüelles asomaba por encima de las aguas cuando el embalse devoró el valle y los cementerios quedaron sellados con cemento para que los restos de los antepasados no acabaran flotando entre las aguas. Lagüelles es el pueblo que primero sale a flote con sus ruinas en los tiempos de sequía.

Cuando esto sucede muchos son los vecinos que bajan a pasear entre las piedras en Lagüelles, como Albito Suárez que nació en Los Barrios de Luna, donde tiene casa, pero pasó su infancia en el pueblo anegado de sus antepasados. Allí aprendió las letras. Recuerda que, todos los días, preguntaban al maestro, Joselín, que iba a la escuela desde Campo de Luna: "¿Por dónde llega el agua?.

En el cerro norte de Láncara, la iglesia de San Martín quedó para la posteridad, aunque año tras año perdía las piedras como lágrimas fosilizadas del tiempo. La restauración se ha coronado con una campana conmemorativa, fechada en 2023, que rinde homenaje al valle y a sus habitantes.

Para Rogelio Geijo Garcia, restaurar esta iglesia es doblemente satisfactorio como arquitecto y porque «también me toca en lo personal, ya que mi abuelo, que se llamaba y apellidaba como yo, Rogelio Geijo, nació en Cosera de Luna, uno de los pueblos que quedaron sumergidos».

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