Diario de León

LUIS JAVIER ARGÜELLO GARCÍA

presidente de la Conferencia Episcopal Española

Argüello: «El matrimonio es la vocación más deficiente»

Luis Argüello. CHEMA MOYA

Publicado por
Ángel Ortiz (Colpisa)
Valladolid

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Luis Javier Argüello García (Meneses de Campos, Palencia), cumplirá 71 años el próximo 10 de mayo. Abogado, arzobispo de Valladolid, sacerdote desde los 30 años, acaba de ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), de la que antes fue secretario general y portavoz.

—¿Le han subido el sueldo? ¿Cuánto cobra usted?

—Por ser presidente de la Conferencia se recibe un suplemento de 250 euros añadido a lo que reciben los obispos, que son 1.200 euros al mes, además de las dietas de los viajes a Madrid.

—De las reacciones que ha suscitado su nombramiento, ¿agradece alguna especialmente?

—Sí, agradezco de forma especial la gente que te para en la calle o te ve en el tren y te anima. Me ha llamado mucho la atención una carta de una persona que está en la cárcel. Y el otro día visité un colegio donde una gran mayoría de alumnos son musulmanes. Y una chiquita musulmana me dijo ‘te he visto en la tele’. Y siguió: ‘Me dijo mi madre que tú eres de una religión distinta de la nuestra, pero que eres amigo de Dios’.

—¿Cómo analiza el momento político que vive España?

—Es un momento marcado por la polarización, por la división de bloques... Desgraciadamente hay una incapacidad grande para que se produzca una escucha mutua.

—Se entrevistará con Sánchez.

—Por mi parte este deseo de colaboración existe.

—Habla de la polarización. La Iglesia controla el grupo Ábside, con medios como la Cope. ¿Los medios de la Iglesia hacen lo suficiente para calmar el ánimo entre su audiencia?

—El grupo Ábside en sus diversas expresiones, la radio, la televisión, el mundo digital, ofrece posibilidades muy diversas. Lo que termina teniendo una relevancia mayor son los informativos, las tertulias. Sí que creo que nuestras tertulias muchas veces se dejan arrastrar por los diálogos dominantes, por aquello que está en la plaza pública. Conjugar el ser un medio de carácter generalista, el respeto a los profesionales y que al mismo tiempo Ábside sea un cauce de la voz de la Iglesia, nos resulta complicado. Habría que crecer más en la recuperación de los hechos y menos en las opiniones.

—Abusos sexuales en la Iglesia Usted no elude la gravedad de los abusos en la Iglesia...

—Hubo un punto de inflexión en el encuentro del Papa en 2018 con las conferencias episcopales. Desde entonces la Iglesia española dio un acelerón. Se crearon las oficinas de recepción de denuncias, de escucha de las víctimas. Ahora las 70 diócesis españolas tienen oficinas de atención a víctimas, las congregaciones religiosas también, se han puesto en marcha protocolos de actuación. La colaboración con los poderes públicos es muy grande y luego la Iglesia tiene otro dato. Muchas veces se habla en el ámbito civil de la necesidad de ampliar los plazos de prescripción para abordar estos delitos. La Iglesia en su propio derecho prevé la posibilidad de levantar la prescripción para abordar hechos que hayan ocurrido hace ya muchos años. Incluso ahora, que estamos poniendo en marcha un plan de reparación, aceptamos la posibilidad de reparar incluso cuando la persona que ha producido el abuso ha fallecido.

—¿Se reaccionó tarde?

—Sí. Hemos reaccionado tarde. Sin que parezca una excusa, también porque socialmente, ante este tipo de asuntos, se ha reaccionado tarde en otro tipo de ámbitos e instituciones. Debemos abordar lo que a nosotros nos afecta, y en la medida que lo hagamos bien puede ser una referencia para otros ámbitos de la vida social. Ha habido un tramo del camino en el que hemos pensado que los trapos sucios se lavan en casa. Esa situación está claramente superada, pero es cierto que en la Iglesia para poder atreverme a decir una palabra en la plaza pública sobre la verdad y la ética, no puedo hacerlo si no empiezo por mi propia casa. En la verdad, en la transparencia y en la regeneración.

—Sobre la transparencia, hay controversia a la hora de cuantificar los casos...

—Hacemos cada año una actualización de los datos que llegan a nuestras oficinas. Es verdad que no es sencillo porque de esas cifras, contadas en unos casos por el número de víctimas y otros por el de victimarios, estamos hablando de desgracias y delitos que han ocurrido hace más de treinta o cuarenta años. Los datos que nosotros damos tienen un arco de ochenta años. Y además algunas de las acusaciones son anónimas. Esta cifra, superior a los mil, que es gravísima por una parte y por otra, viendo los informes de la Fiscalía General, que hablan de miles de asuntos cada año, queda situada en su contexto de gravedad insoportable, pero al mismo tiempo nos hace caer en la cuenta de que esta es una problemática que nos afecta a todos, que aparece en el mundo del deporte, de la escuela en su conjunto y no digamos de la familia.

—¿Tiene algún plan ante las escasas vocaciones y el envejecimiento del clero?

—Hay aspectos de esa realidad que requieren cambios organizativos. El 75% de las parroquias están en localidades de menos de 200 habitantes. ¿Podemos seguir llamando parroquia a lo que existe en cada uno de nuestros municipios? Nosotros decimos por una parte que sí, pero por otra es evidente que tenemos que hacer una reorganización con los miembros de las comunidades. Pero ¿cuál es la primera vocación deficiente en nuestra Iglesia? La vocación al matrimonio abierto a la vida. Esa es la vocación que ha caído más.

—Es paradójico que haya muchas mujeres en puestos de alta responsabilidad, pero en el campo de la iglesia, cero sacerdotisas.

—Es bastante contracultural sí. Lo reconozco.

Sin mujeres

«Es bastante contracultural que no haya sacerdotisas. Lo reconozco»
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