Diario de León

ENTREVISTA

Héctor Alfonso Ardilla: «Colombia es una de las fosas comunes más grande del mundo»

El activista por los derechos humanos imparte charlas en colegios de León de la mano de Amnistía Internacional

Héctor Alfonso Ardilla, ayer en Amnistía Internacional. Ángelopez

Carmen Tapia
León

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Héctor Alfonso Ardilla participa en León en charlas en colegios de la mano de Amnistía Internacional para explicar la situación de los desaparecidos en Colombia y, concretamente, en la región de Arauca.

—¿Cuál es la situación actual en Arauca?

—Colaboro con Corporación Claretiana Norman Pérez Bello que está al servicio de la paz y la vida. Acompaña a organizaciones sociales, comunidades indígenas y campesinas en la redención del río Orinoco y buscadores de personas desaparecidas. Arauca es uno de los sitios más violentos por la dinámica de conflicto armado. Yo he buscado a mi padre durante treinta años y me lo entregaron el año pasado.

—¿Por qué siguen desapareciendo personas en Colombia?

—Por la dinámica del conflicto armado. El odio está tan ensañado en Colombia que el valor a la vida está muy deteriorado. Las excusas de la violencia por la dinámica de la guerra se presentan en diversas partes por el Estado colombiano o por los grupos armados, llámese como se llame.

—¿Cuál es el origen de ese conflicto?

—En el principio fue para defender a la población civil de los atropellos del estado colombiano. A medida que ha pasado el tiempo, las dinámicas han cambiado. En los años 60 eran grupos guerrilleros que aparecieron defendiendo al campesinado y a la población desprotegida; en los años 80 aparecen los grupos paramilitares; y de los 80 al 2000 estos grupos se enfrentan y la guerra cambia. Las organizaciones de derechos humanos contabilizan aproximadamente 250.640 personas desaparecidas. Del 2016, año en que se firmó el acuerdo de paz, han muerto más colombianos que del 2016 hacia atrás. Firmaron el acuerdo con un parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pero otra no entregó las armas. Ha que sumar al Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las autodefensas.

—¿Qué está haciendo el estado?

—Está dejando que los grupos armados se enfrenten entre ellos y no pone orden. La dinámica del conflicto es muy diferente a la de otros países por las riquezas naturales que tiene el país. Venimos de una guerra prolongada de más de sesenta años y hemos tenido procesos de paz en el 58, después con el EPL (Ejército Popular de LIberación), luego con el M19. Las autodefensas de Colombia tuvieron un sometimiento a la justicia, después el proceso de paz con las FARC y ahora las negociaciones con el ELN, que no han llegado a ningún rumbo. Esto no quiere decir que esté hablando mal de ninguna organización guerrillera, sino cómo se ve el conflicto por la población civil, que son los afectados. El estado colombiano no tiene la capacidad de darle garantías a la población civil, ni nadie, porque la decadencia y el respeto a la vida humana se perdió.

—¿Cuál es el perfil de la persona desaparecida?

—Un dueño de tierra, una persona que esté en una región que no simpatiza con el grupo armado que manda en esa región, un político, un defensor de los derechos humanos, un presidente de junta comunal o una persona corriente. Los secuestros y desapariciones en Colombia cambiaron de ser extorsivas por capital a ser por intereses políticos o por el que le cae bien al uno o al otro. El Gobierno colombiano no tiene una política clara con los desaparecidos. Hay organizaciones sociales que abanderan la búsqueda. Cuando se firmó el acuerdo de 2016, la mayoría de la ayuda internacional se retiró porque se pensó que el conflicto armado había terminado.

—¿Cómo fue la desaparición de su padre?

—Desapareció en 1993 y los restos no se podían reclamar. Nadie me dijo ni por qué ni cómo murió. Solo me dijeron que mi padre se murió.

—¿Ahora lo sabe?

—Sí. Fue capturado por el ejército nacional, ejecutado y enterrado en un cementerio de desaparecidos. El ejército nacional me persiguió a mí, también lo hicieron los grupos armados. El mismo estado colombiano me metió preso y el proceso lo hicieron desaparecer. Fueron todos porque quería saber la verdad de mi papá y la vida de mi papá. Cuando él desapareció yo tenía 15 años.

—¿Por qué lo asesinaron?

—Según el ejército nacional, pertenecía a un grupo armado. Yo tenía que demostrar a la guerrilla que no era un traidor, al estado colombiano que no era un guerrillero y a la sociedad civil que no pertenecía a ningún grupo armado. Era una persecución de todos. Ha sido una lucha contra todos y mantenerme fuera del ámbito de las armas ha sido titánico. Tuve todo en contra y un solo punto a favor. Cuando dicen que no hay otro método que no sea las armas les puedo decir que pacíficamente se pueden hacer acciones. Yo tenía 13 años y mi papá me enseñó a utilizar armas, pero yo decidí que no las iba a utilizar.

—¿Cómo ha vivido ese proceso?

—Ha sido complejo, me decían que estaba loco. Cuando se firmó el acuerdo de paz de 2016 comienza a abrirse la puerta a la realidad de los hijos de la guerra. La cifra de desaparecidos sigue creciendo porque cada vez que descubren un sitio con desaparecidos hay más búsquedas. Colombia es una de las fosas comunes más grande del mundo. El secuestro es algo común hoy en día.

—Usted no recurrió a las armas, pero hay descendientes de desaparecidos que sí recurren a ellas.

—Cuando la UE da por finalizada la guerra interna en Colombia en el 2016, las ayudas a las organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos desaparecen. Esto evita que puedan tener ayudas psicológicas o actividades para que puedan sanar. Si una población herida no puede sanar va a generar más violencia.

—Las guerrillas también se llevan a los niños forzados.

—Los grupos armados siempre han reclutado menores. En una sociedad tan herida, cuando un muchacho de 15 años ya conoce el manejo de las armas, ¿qué les cuesta? El valor de la vida es poco.

—¿Qué hace el actual gobierno de Gustavo Petro?

—Es difícil cambiar las cosas en cuatro años. Lo que la gente no sabe es que el río orinoco es el afluente de agua que alimenta el Amazonas y si el orinoco se seca, el pulmón mundial se acaba. Lo importante es que los indígenas recuperen su tierra, que la extracción minera se acabe y que los afluentes se recuperen. La minería del oro está muy avanzada. Las extensiones de tierra no las tienen los narcotraficantes, las tienen los políticos colombianos. La UE tiene que mirar hacia allí porque hay muchas cosas que hay que hacer.

«Cuando en 2016 se firmó el acuerdo de paz con las FARC la UE retiró su ayuda, pero desde ese año ha habido muchos más desaparecidos» «La minería del oro está muy avanzada en Colombia y las noticias no dicen nada. No es solo un problema de narcotraficantes»

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