Diario de León

Cornada de lobo

Tanto teatro y se muere

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León

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Teatro; la vida es puro teatro, canta el bolero. Pero con tanta comedia trágica malescrita en los pliegues de los días, es lógico que el teatro canse o aturda y languidezca perdiendo poco a poco su media parte consustancial, el patio de butacas, los espectadores. Amargamente se quejaba de ello Alfonso Sastre en unas recientes jornadas leonesas sobre las artes escénicas. Sastre -al que ya representábamos en mi bachillerato de los frailes- está muy batasuno y aberchale últimamente y debería preguntarse si hacer militante al teatro inyectando ideología, nacionalismo y alineación es lo más idóneo para su rehabilitación. Falta sobre las tablas de hoy la pasión de la vida, el pulso cotidiano de las gentes que tan bien representadas se veían en la comedia griega, en los tugurios de Londres o en las corralas de los madriles. El cine no pudo con el teatro, pero la televisión lo está desguazando y colocando en el rincón de los fósiles, que eso acabará siendo, arquelogía en salas especiales, pero no ya en giras y masas. Y, curiosamente, el teatro fue sin duda la primera expresión cultural del hombre en este planeta cuando imitaba a los animales, a sus congéneres, cuando burlaba y se ponía grotesco. En toda raza y tiempo el teatro es inherente a la condición social. Sin embargo, la gente no va hoy a los teatros (en España, además, los actores gritan cual posesos y sobreactúan hasta desnaturalizar textos; de esto se quejaba mi hermano Andrés que revisó intimistamente el texto de «El tío Vania» de Chejov que Narros acaba de reestrenar en Madrid; y se lo cargan a voces). La gente va hoy al fútbol porque, más o menos, todos ellos jugaron algún día al fútbol en el patio del colegio o en el club del barrio. La gente iba antes al teatro porque en su infancia comediaban colegialmente, representaban sus fantasías en el pasillo de casa o recreaban todo ese inmenso rastro de teatro popular que se hacía en atrios sacramentales o teatrillos de plaza, pastoradas, autos de Pasión, zapateras prodigiosas... Hoy los críos no hacen teatro, salvo para escaquearse de débitos y refugiarse en la pleisteision kirieleison amén. ¿Y para qué hacer teatro, dice el chaval, si ya me lo dais hecho y es fascinante y barato? (Continuará) La marea negra también.

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