Diario de León

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ARDE EL ODIO en el aire iraquí. La militarada occidental aprieta el culo viendo bajo cada chilaba un kalasnikof o una bomba. Soldados entrenados para campaña y guerra abierta asumen en Irak tareas de guri o policía y se torturan en sus gardias. ¿Será aquí el próximo pepinazo? El sol en el cogote cuece temores y delirios. Reclutas y profesionales ven escorpiones en toda aquella aridez y creen topar con una amenaza con mecha debajo de cada piedra. Con estos reventones de la cuarta fase de una guerra a la que llaman paz, la moral de la tropa anda algo abollada, de modo que los mandos de las diferentes fuerzas convocan algún fin de semana de esparcimientos y ocios en lugares de control. Les llevan de recreo y no les llevan a Marta Sánchez porque anda de postparto. Así las cosas, me contó Fer entre dibujo y dibujo de urelios, curas y puticlús, que hace tan sólo dos semanas se encontraban en el mar de Bassora militares yanquis, británicos y españoles en jornada cervecera de asueto. Sus respectivos generales iniciaron conversación y pugna para determinar qué soldados estaban más capacitados para el combate y, en pura terminología cuartelera, decidieron probar quiénes eran los que más cojones tenían. El general americano, entonces, llamó a uno de sus marines, Kevin Edwing Ramírez y le ordenó: tírate ahora mismo al mar y me sacas de la oreja un tiburón blanco vivo. ¡A sus órdenes!, replicó, y se zambulló en las aguas. Minutos después, algo desollado por la refriega, salió con su tiburón en brazos. Estupendo. El general británico amplió el reto y ordenó a uno de sus soldados -un rata, John Gilmoure de nombre- que se tirara al mar y sacara dos tiburones, uno blanco y otro azul. ¡A sus órdenes! Tardó algo más, pero salió tan cojonudo con un tiburón en cada brazo. Quedaba el general español. Llamó a García, Manolo, y le espetó el recado: pues tú te tiras y me traes dos tiburones, pero me los sacas ya desollados y hechos filetes. Y Manolo, volviéndose al de las estrellas, jefe del alto mando español, le miró de arriba a abajo y se explicó: ¿Dos tiburones?... ¿Y hechos filetes?... Pues esos los va a sacar tu puta madre. Y mirando el general español a los otros dos generales, estiró el pescuezo y con orgullo de raza les concluyó: ¿Qué?... ¿Tiene o no tiene cojones aquí el soldao?...

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