Diario de León
Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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LEO UN INFORME que me ha puesto los pelos como escarpias: la compra de un piso de 90 metros en España exigió 6,6 salarios anuales en 2002. Y pregunto, si todo lo que gana una familia lo invierte en la compra de un pisito, ¿de dónde sacan el dinero para comer, vestir, pagar la luz, el teléfono, la gasolina del coche y el colegio de los niños? A los expertos financieros esta subida espectacular de los precios de la vivienda les parece una locura porque ha sobrepasado con creces las expectativas más optimistas. Y sin duda lo es, pero no veo la forma de pararla, salvo que los organismos pertinentes se comprometieran por escrito y no por el bla-bla-bla a liberar suelo público con el fin de construir viviendas accesibles al bolsillo de los ciudadanos, y muy especialmente al bolsillo de los más jóvenes. Muchos de los cuáles se ven obligados a vivir con sus padres hasta edades muy avanzadas para, de esa manera, poder ahorrar un dinero con el que dar la entrada de un pisito. Lo que no deja de ser frustrante por muy bien que les traten sus familias y por muy a gusto que se sientan en casa de papá y de mamá. La razón por la que muchísima gente hipoteca una parte importante de su vida se debe en buena medida a que ésta es una cultura que hemos mamado casi desde el momento de nacer. Invertir en ladrillo ha sido y seguirá siendo un seguro frente a otro tipo de inversiones. Eso por una parte y por otra está la de los alquileres. Ante la falta de una buena ley que proteja a los propietarios y por supuesto a los inquilinos, son muchas las personas que teniendo pisos deshabitados se niegan a sacarlos al mercado por miedo a lo que el futuro pueda depararles. Claro que también están los que aprovechándose de las circunstancias alquilan a precios millonarios cuchitriles que por no pasar no pasarían una inspección de Sanidad. Y lo hacen porque quién manda es el mercado, y el mercado está repleto de gente, de inmigrantes sobre todo, que pagarán lo que sea con tal de tener un techo para cobijarse. Se habla de la burbuja inmobiliaria pero lo único que se es que no hay ciudad donde las torres de los edificios hayan sido suplantadas por las grúas. Es más, hay zonas en la periferia de Madrid donde ese es el único horizonte que se divisa en kilómetros y kilómetros de distancia...

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