Diario de León
Publicado por
ROSA VILLASCATÍN
León

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NO HACE falta encargar un estudio a la Universidad Complutense para constatar que la cesta de la compra ha subido una barbaridad desde que se puso en circulación el euro. Cualquier ama de casa, cualquier persona que vaya habitualmente al mercado sabe que los precios son de escándalo. Y que lo que antes costaba X, ahora cuesta X+15. Pero esto que debería saberlo desde el pinche de cocina de Moncloa al último de los ministros del Gobierno, incluido Mariano Rajoy, que va por la vida como en una nube, les ha pasado desapercibido a todos. A los que gobiernan como a los que opositan. Quizá porque nadie le dio la importancia que tiene para millones de hogares españoles que han visto como merman día a día sus ingresos por culpa de quiénes tienen la obligación de velar porque estas cosas no ocurran, y no lo hacen. La pregunta que yo me hago es la siguiente: ¿Acaso en las casas de los altos cargos de la Administración no comen judías, acelgas, tomates, melocotones, uvas, pimientos verdes o rojos? Y si las comen ¿cómo es que ninguno dio la voz de alarma para evitar esa escalada en productos de primera necesidad? Acostumbrada como estoy a hacer la compra una vez por semana, le diría a quién corresponda que el alza no sólo ha afectado a la alimentación, también a la ropa, a los zapatos... y que comenzó el día que se empezó a hablar del famoso «redondeo». ¿Lo recuerdan? Yo sí. Bien, pues del redondeo hemos pasado a un aumento escandaloso de los precios, y digo yo que algo sí se podría hacer para que los españoles podamos seguir comiendo productos frescos, aunque sea una vez en semana. Según los expertos los precios suben no por culpa del agricultor, que es el más perjudicado del proceso, sino por culpa de los intermediarios. ¿Y? Porque si alguien piensa que eso puede consolar al ama de casa que tiene que hacer verdaderos malabarismos para llegar a fin de mes, está totalmente equivocado. Hasta hace poco tiempo la culpa de que subiera el IPC la tenía el pollo, ahora la tiene la fruta, la carne, el pescado... Dentro de poco no la tendrá nadie porque no sabremos qué comprar para que las cuentas del Ejecutivo y las nuestras cuadren, aunque sea por una sola vez en la vida.

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