Diario de León

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LA ERECCION de una estatua es siempre una erección; y tras las erecciones viene lo que viene; es costumbre. Prevenidos, pues, ataquemos la noticia. En el pueblo leonés de Robledo de Caldas, entrañable rincón en un fondo de saco de la montaña de Luna donde san Fructuoso perdió una sandalia y el viento del sur se da la vuelta, se ha erigido una estatuta a un fraile con motivo de su jubilación, despedida de vida laboral y profesoral que en cualquier otro caso suele saldarse con una estilográfica, una plaquita y un ramo de flores para la señora, que no parece el caso. Aquí no se han parado en barras y la cosa les ha salido de casi dos metros y medio de alta, tiesa ella y tieso el brazo de esa estatua como si se tratara del también dominico Savonarola que tiene su pedestal en Venecia. Apabulla el alarde escultórico ideado por una de las hermanas del homenajeado que promovieron la erección como si tratara de un «inter nos». Y desconcierta por cuanto erigirse una estatua en vida tiene algo de exaltación obscena, vanidad mundana muy chocante en quien se supone predica una doctrina evangélica muy clara en tocante a fariseos que van al templo anunciándose con trompetería y ostentación. Pero cada cual se paga como puede y se lame como le dejan. Sin embargo, al premio Nobel de literatura Czeslaw Milosz le comunicaron cierta vez que querían poner su nombre a un instituto de bachillerato en su Polonia natal y el escritor se rebotó escandalizado en su sentido común renunciando a estas galas por entender que sólo después de morir cabría el homenaje; y ni siquiera. A mayor talla, mayor humildad. Pero aquí eres presidente de una asociación de donantes y te puedes plantar el busto de piedra en la plaza del pueblo (un busto es media erección), aún sabiendo que acabará siendo cagadero de palomas y mobiliario sujeto a iras o gamberradas. Desfachatez llama a esto un amigo carbonero que perdió hasta su fe abollada, aunque al hilo de esta ostentación estatuaria apunta una interesante teoría: En Robledo, como en tantos pueblos, quedan cuatro gatos y dos vacas; su soledad invernal sobrecoge; pero en viendo esa estatua se ve gente, así que han de promoverse en todo lugar más erecciones, más estatuas, cada vecino y emigrado una, de modo que, al fin, se verá personal y parecerá que fijamos población.

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