Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La basura

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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CUANDO los que andamos a vueltas con el ordenamiento de la vida práctica nos decidimos al fin en un rasgo de sinceridad y responsabilidad a poner de manifiesto la avalancha de basura que nos está cubriendo, nunca nos referimos a ningún personaje en concreto. Dios nos libre, sino a lo que evidentemente resulte contaminante. Como, por ejemplo, es un decir, la Televisión. La Televisión que en teoría es el más eficaz instrumento para elevar el espíritu de la sociedad y conseguir unas generaciones humanas dignas de anotación en los anales históricos de cada lugar, pues la dicha y redicha televisión se ha convertido en un medio de propagación de la degradación moral más absoluta y el procedimiento al cual recurren los que disponen del poder más influyente para conseguir un nivel cultural que permita mantener la esperanza de una vida mejor. Porque, según me asegura el colaborador de turno, rebozados en basura no se consiguen más que sembradíos de bazofia cultural. Y resulta triste cuando menos asistir a la prueba miserable de tantísimas expresiones de emporcamiento nacional como se nos sirve día tras día, sin que a ninguno de los ínclitos varones, armados de todas las armas para asaltar los diferentes Palacios de Invierno y de verano con que España cuenta y no acaba, se le ocurra añadir en sus programas electorales alguna disposición de ley mediante la cual, los dichos medios de comunicación abandonen sus prerrogativas infecciosas y se atengan a los principios éticos para lo que tal vez fueran inventados. La televisión, las televisiones de nuestro sufrimiento, además de aburridas, torpes y soeces, resultan caras, carísimas, a los efectos económicos del país, por cuanto se compruebe que, por ejemplo, la televisión oficial que el Estado ampara, protege y subvenciona, alcanza cifras deudoras de verdadero extravío. Y que nadie arguya que cada pueblo tiene la televisión que merece, como tampoco es admisible pretender imponer como artículo de fe que cada pueblo tiene el gobierno que merece, porque eso no es sino otro truco político para intentar explicar incompetencias. Seguir las sesiones de investigación exótica a lo que se dedican con singular fruición unas muchachas y muchachos dedicados a escarbar en las intimidades de personas en pleno descarrío, es de Código Penal o de tratamiento psiquiátrico: Señoras gordas que sufren sinsabores del cuerpo y del alma, varones estrafalarios arrancados de no se sabe qué friso alucinante, mariquitas o gays que tanto monta, dispuestos a revolcarse en su propia mierda y chicas con el chulo pegado a sus pechos, son representaciones ejemplares que sirven para alimentar el morbo nacional. Seguimos con bien dominado interés las arengas que los candidatos al estrado catalán dirigen a sus masas y a ninguno se le ocurre la idea de proponer la enmienda de esas fábricas de bazofia que resultan las televisiones, dedicadas a sembrar estiércol cultural. Y esto, señoras y señores, es puro terrorismo cultural, tan provocativo y nefasto como el terrorismo político. Y resulta incongruente asegurar que todos estamos contra el terrorismo cuando se mantienen en pie estos lamentables instrumentos. Y oiga, señora, a mi plin, que soy de Oviedo.

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