Diario de León
Publicado por
CARLOS CARNICERO
León

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ARRANCAMOS el año con nuevas muestras de inseguridad de las autoridades de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo, que trasladan el miedo a la población norteamericana y el temor a todos lo que en un momento u otro tenemos que viajar a ese país. Desde el 11 de septiembre, la sociedad norteamericana no ha conseguido superar su síntoma de fracaso. Ellos se pensaban invulnerables y no terminan de definir los modos en que pueden vivir seguros y en libertad. Todo lo que trasladan las autoridades a la opinión pública no genera seguridad sino nuevos temores e incertidumbres. Las autoridades norteamericanas pretenden imponer al resto de la humanidad medidas de seguridad para arribar las aeronaves a su territorio, obligando a adoptar algunas que, en criterio de muchos expertos, no hacen sino aumentar la inseguridad y disminuir la autoridad del comandante de la aeronave como máximo responsable del vuelo. Quieren agentes armados en los aviones. La gran pregunta que está sin respuesta es si en Estados Unidos el problema se soluciona poniendo más armas en circulación en vez de proceder a retirar, con carácter urgente, los millones de rifles, pistolas y artefactos mortíferos que están en libre circulación. La gran contradicción radica en sus criterios estrictos en materia de seguridad que se imponen sin debate al mundo entero, mientras en cualquier supermercado de ese país el primero que llega puede comprar un arma de guerra. El resultado es que Estados Unidos es el país más violento del mundo, con unos índices de población reclusa insuperables y con récord anual en el número de personas ejecutadas en aplicación de la pena de muerte sin que existan procedimientos y garantías que aseguren que los reos disponen de adecuados sistemas de defensa. En ese universo contradictorio, la exigencia de Estados Unidos es inadmisible por cuanto es capaz de ver la menor paja en el ojo ajeno mientras las vigas de su inseguridad interna son palmarias. No estaría mal que los gobiernos del mundo se negaran a cumplir estas ordenes dictadas por el imperio y se hiciera un test psiquiátrico a cada norteamericano que viaja al exterior para comprobar el daño que ha podido hacer a su cerebro la vida cotidiana en ese escenario bélico que son las calles norteamericanas en donde cualquier ciudadano puede llevar una ametralladora debajo del abrigo.

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