Diario de León

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NO PUDO ENTRAR en el tiempo de los oyentes de «Protagonistas», pero Santos, de Villanueva de Carrizo, tenía algo interesante que contar, un dolimiento de juventud en campo herido, esto es, una queja joven en este agro ganadero nuestro dejado hoy de la mano de Dios y atado por las pelotas a la mano de Bruselas y a las servidumbres administrativas de juntas y ministerios, siempre tan alejados de quien decidió vivir en el campo y resistir en su cuna, en su saber heredado de muchas generaciones de sagaces ganaderos y escocidos labrantines. Santos apostó por este futuro que tanto espanta a una juventud rural que prefiere un salario basura como dependiente en la ciudad que la patria y la propiedad que otorga el ser dueño de su destino, jefe de si mismo y de su paisaje laboral. Santos tiene corderos y una explotación modernizada, pero se encuentra solo, alejado de apoyos. Sin embargo, vive con ilusión su laboreo, a pesar de todo, y con esperanzas de futuro. En la intrincada red de internet hay una senda que lleva hasta su página web y todo lo que parece silencio en su entorno inmediato e institucional se torna compañía y consejo que le llega de las partes más remotas del mundo interesándose por su explotación, sus cuitas o proporcionando información, intercambio, mejoras. Otros ganaderos israelitas o ucranianos entran en su página y Santos ya no se encuentra tan solo, aunque siga lamentando la gran distancia que hay con lo cercano. Le comenté entonces que podía darse por afortunado porque al menos él tiene acceso a internet, cosa que no ocurre en amplísimos espacios comarcales de nuestra comunidad autónoma a los que está vedada esta herramienta informática tan básica en la vida y los negocios de este tiempo porque carecen de enlace telefónico. Es inconcebible. La administración no tiene ninguna prisa en resolver estas carencias; electoralmente no lo sonsideran prioritario porque están consiguiendo que en nuestro campo ya no quede ni el Tato para votar y, como los que quedan son sólo viejos, eso lo arreglan con pensiones y con el cuento de la pera de Murcia. Así que Santos, si le cabe, se consuela con que al menos el internet le da lo que la administración no presta ni brinda. No se raja. Y su apuesta dice que no todo se perdió, que aún cabe esperanza.

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