Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Las vacaciones

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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EN LUGAR de continuar siguiendo la pista de la UPL, que nunca se sabe ni hacia dónde va ni cuál puede ser su destino; o adherirse a los fanáticos del pelotón para exigir la cabeza del entrenador de la hueste representativa del honor hispano en Portugal: o sugerir con muchísimo respeto a quien corresponda, que se proceda con urgencia a la reorganización del Ayuntamiento antes de que los tifones acaben con su existencia como tal; pues digo, quiero decir, que antes o en lugar de tantas y cuantas apelaciones que demandan mi atención, me voy de vacaciones, con permiso de la empresa competente y si la familia lo permite. Y me dispongo a ello, así como los formidables aventureros de lo del filo de lo imposible, se nos ofrecen a veces en la pantalla, porque estoy convencido de que las vacaciones, que antes fueran licencia solamente permitida a los ricos por su casa, ahora y en la hora de Zapatero, es beneficio social que ampara a todo el mundo, sea este poblado de bichos vivientes o de millonarios de serie. Antes, me repite Pereira, que es hombre de ingenio y de mucho saber, no veraneaban más que aquellos que veraneaban siempre pro derecho. O, como me asegura el vecino colaborador, que también apareja el dromedario para cruzar el Sahara, los muy esforzados ciudadanos, para los cuales toda dificultad supone un reto. Veranear, lo que se dice y se conoce como huelga legal de miembros caídos, en nuestro tiempo y hora supone tales sacrificios, que muchos de los que disfrutan de estos beneficios, acaban, así que se consuma la operación, en manos o en taquillas de bancos, cajas de ahorro o usureros en forma de prestadores de ayuda. Por otra parte o por la misma, disfrutar de la vacación merecida en tierras de distinto pelaje al que suele formar parte de la geografía y la biografía del vacante, es un querer y no poder que parte los corazones. Porque así que pone en marcha el Chevrolet con la familia dentro, comienza para el conductor y padre de la manada un ejercicio económico que no le resuelve ni Rato. Y a fuerza de economizar para llegar al fin de la vacación prevista sin tener que vender el coche, el tiempo previsto para solazarse, para el descanso y hasta para el ocio culto, se convierte en un tormento de agua y arena de imposible remedio. Aparte de ¿qué coña va a buscar el veraneante en Alaejos por ejemplo, con su río y su alameda o en La Costa Morada, con su pequeña playa de piedrecitas negras y su chiringuito a veinte euros el pincho moruno? Si al atrevido veraneante le da por descubrir mundos y programar alguna excursión para conocer el santuario del Cristo de la Agonía Múltiple, entonces puede declarar el índice de sus bienes si quiere acabar vivo y coleando la aventura estival. Nuestras distinguidas e imaginativas damas encargadas específicamente de alentar y controlar la vacación popular están cometiendo, sin saberlo, la mayor atrocidad social que cabe imputar al cargo, porque por la gatera de las vacaciones merecidas se le va el aliento económico al personal y llegará un momento un día, un tiempo, en el cual León, por no ir más lejos, se convertirá en un poblado de veraneantes condenados a ahogarse en un mar de deudas. Séneca, que lo veía venir, dejó escritor: «Es malo vivir en la necesidad, pero no hay ninguna necesidad de vivir en la necesidad». En vista de lo cual, me voy de vacaciones.

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