Diario de León

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LA REPUGNANCIA al salmón, como la que le tiene Schröeder, también la entiendo. Es pescado de granja que sabe a grasa de untar ruedas, se come crudo muchas veces y nos lo embuten desde criaderos nórdicos o vete tú a saber. Dejó de ser aquella delicadeza de canapé en suaré de pijos y su hueva no sirve más que para pescar truchas por debajo de la ley. Harta el salmón, satura estos paladares que educó la trucha cazurra de las tres efes (fresca, frita y fría). Anda de oferta este pez casi siempre (mala señal) y le descubrieron no sé qué puñetas cancerígenas, que es lo que pasa por dar de comer mierdas orgánicas y químicas a las vacas locas o a los salmones lerdos, de manera que me sumo de muy buen grado a una de las reivindicaciones de las primeras huelgas mineras en la cuenca de Laviana. Lo cuenta Luis Bello en un artículo publicado en La Esfera en junio de 1927 en el que habla del valle de La Ceana (Laciana): «Acabó la Arcadia cuando la industria empezó a explotar las minas de carbón. En efecto, muchos rasgos de la vida antigua se han borrado. Muchas delicias se perdieron. El Nalón, antes, traía los peces más finos y de mayor precio, a tal extremo, que una de las primeras huelgas de Asturias tenía, entre otras reclamaciones, la siguiente: «Que en la comida de las seis jornadas de trabajo no nos den los patronos todos los días salmón». Hoy ese río no lleva salmones, sino arenilla de carbón». Se entiende a aquellos mineros. ¿Cuántos salmones no habría entonces para darlos a diario a la peonada ahorrándose así otros condumios que, por ser para el obrero, eran ya de suyo miserables? Hoy por un campanu se paga millón y medio. ¿Y qué decir de estos ríos?... En La Bañeza se dirá algo esta semana. Celebran allí un curso de verano con repaso viajero por los caminos del agua que hacen concejo de ríos ante esta villa que nació mercado. Aportaré mi visión del crimen, pues crimen con alevosía es muchas veces el estrechamiento y el robo que les hacen al amanecer de un desarrollo rural que acaba siendo tanta mentira como esos ríos expoliados de su anchura y su caudal. No habrá un día suficientes lamentos para llorar lo que estamos haciendo. Hay daños de todo punto irreversibles. Los inexistentes salmones del Nalón fueron el prólogo de un libro que no hemos querido leer, cosas de la ignoracia y la codicia.

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