Diario de León

CORNADA DE LOBO

Mujer del César

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UNA MINISTRA no es sólamente una ministra, una mujer, una gachí, una jai, una chorba, una persona, una entidad semoviente en plenitud de derechos, una reserva occidental de futuro, una varona bragada de pelo en pecho o una tía. Una ministra es un ministerio; y un ministerio es el Estado. Y el Estado es sagrado, es la representación del común y de la nación. Ojo, pues, con sobarlo. Que a ese Estado lo vistan de moda para que la mona luzca seda, parece una desfachatez y una patrimonialización de lo público, algo inaceptable. Esa decisión de poner trapito y marcas a la mitad del pelotón ministerial no era una promesa electoral. ¿De qué manga sacaron el favorecer a una revista privada, a esa y no a otra? ¿Con qué argumentos negarán la pose a otra publicación que venga ahora con el agravio comparativo por delante y la justicia paritaria o paritoria por detrás?... A estas alturas de la pasarela opinadora ya se ha dicho todo sobre la grave torpeza del elenco femenino en su fiftififti y en ese alarde de burguesita repija encantada con su destino. Quienes se hayan visto forzados por alineamiento o bondad a disculpar la majadera decisión de posar han tenido que hacer malabarismos argumentales y absoluciones de cura pachón que no se las creen ni ellos mismos, porque la cosa es ciertamente censurable, cuando no repelente. Así lo hacía mi admirado Luis del Val haciéndose eco de los argumentos de la socialista Cuca Solana que dirigió la pasarela Cibeles asegurando la importancia económica que tenía el sector de la moda y la industria del trapo. En fin, no menos industria y movimiento económico es el narcotráfico, el alcohol o el tabaco y, sin embargo, no me veo a una ministra montada en un jaco haciendo un anuncio de Malporro (quieto, Pedrín, no des ideas). Hay que celebrar, aún así, que aceptaran el posado y que declararan sus gustos, las emociones que les debe producir un ropero de fasto y lucimiento. Ya sabíamos con qué naguas se viste al santo, pero ahora nos lo confirman y esto es despejar dudas. A la campa minera de Rodiezmo, fiesta campestre y obrerista, algunas memas socialistas van de dior y trapito caro, luciendo la puta marca. ¿Debemos entenderlo como una legítima conquista social? Por si sirve recordarlo: La mujer del César no sólo no tiene que ser puta, sino además no parecerlo.

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