Diario de León

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DOS MONSEÑORES comparecieron ayer en estos papeles y en los dos hay senda para enhebrar unas líneas. Marcelo Martín, que acabó de cardenal primado, será enterrado hoy en Toledo, donde fue arzobispo. Astorga fue su cuna episcopal, allí le consagraron obispo en el 61 ocupando este solio cinco años y descollando ya como futuro purpurable y como gente de inquietud social, pues se metió en barras de promoción de viviendas sociales y campañas caritativas y emisoras y residencias y... en su negativa a instalarse en el palacio espiscopal de Gaudí, que desechó como residencia de prelado convirtiéndolo en museo (a ver quién se metía allí con el frío de esos muros de granito y con la maldición que impidió a obispos anteriores instalarse en ese alarde; uno de ellos, que quiso retomar obras y urgir su habitabilidad, la diñó en el mismo umbral; y ya nadie más se atrevería a darle el fin para el que fue construído). En Astorga le recuerdan con bastante ley y cifran en un detalle su talla: en una campaña para dar alojamiento a los más débiles inició él mismo la cuestación donando su anillazo episcopal, cosa que conmovió al pueblo llano que veía en él una especial sensibilidad con lo social y la pobreza. Parecía anunciarse un «tarancón», pero fue efímero su progresismo y pronto se le vio en las trincheras doctrinales del nacional-catolicismo junto al mosquetón de alcázar que blandía Guerra Campos, el obispo de Cuenca que respiraba ultrafranquismo en pastoral resistente y se liaba a hisopazos contra todo cura que enrojeciese un tanto el verbo. El otro «Monseñor» de la noticia es Luis Casado, compadre de tiempos y callejeos por aquel Barrio Húmedo de canciones soterradas en bodegones y mazmorras, artes y políticas trenzadas con vino de Benzolve y mucha charla. Era ya entonces el pintor del románico y de una corriente que él mismo fundó, la abstracción simbólica. Perseveró en sus pinceles de primor y en sus tablas de policromía deslumbrante que algún anticuario listo hacía pasar por auténticas joyas cuasiarqueológicas puliéndolas a precio de vellón flamenco. Ahora residencia su afán y su sueño plástico y jacobeo en Villar de Mazarife por donde transcurre el ramal histórico y alternativo del Camino de Santiago. Sólo por ver su estudio-museo merece la pena. Es indulgencia y jubileo.

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