Diario de León

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COMO AYER fue plácido domingo y hoy sigue el jodío lunes, espantémonos de lo sesudo y de la carga de los días. Alíviate de las cancamurrias y melancolías de este otoño ahora empapado y ríete con una historia que nos contó Fer, paisano, dibujante, persona, el de la ternura en sus monigotes, aunque sea un párroco quien se va de putiferios con su alcalde filosofando en sus viñetas de El Jueves. El suceso acaeció en un Irak ocupado y reventón antes de la retirada de los soldados españoles. Ocurrió que el mando unificado acordó que había que dar esparcimiento a la tropa tocada de agobios y tensiones por atentados y algún suicidio, de modo que establecieron que los fines de semana acudiría la soldadesca libre de servicio al golfo de Bassora para su esparcimiento y bebercio, que es como mejor se esparce un chorta, un recluta, un mandao de mosquetón. Mientras la soldadesca yanqui, británica o ibérica se bañaban o «esparcían», sus respectivos generales le daban al bloodymary y al bourbon bajo un cañizo de sombrajo contemplando aburridamente el transcurrir de la jornada. Entre ellos se fue animando la conversación sobre qué soldados estaban más espartanamente adiestrados, que traducido a código de cuartel quiere decir «qué soldados tienen más cojones». Ahí saltó el general americano alegando que los suyos estaban entrenados en la aridez de Arizona y testados en guerras de Indochina, «a ver, Smith, John, tírese inmediatamente al agua y sáqueme vivo un tiburón blanco». Diez minutos después apareció Smith arrastrando de la oreja un tiburón. El general inglés tomó turno: «Pa cojones, mis ratas del desierto; a ver, Guilmoure, Steve, arrójese al mar y me saca un tiburón blanco... y otro negro, vivos». Veinte minutos después allí salió Steve con los dos monstruos. El general español Cardona sonrió maliciosamente: ¿Cojones?... los de mi gente. Este tú, este García, Manolín, tírese al agua y me saca vivos un tiburón blanco, otro negro y aquí tiene este machete para que los saque hechos ya filetes». ¿Cómo me dice, mi general, dos tiburones y además hechos filetes?... Esos los va a sacar ¡tu puta madre!... El general español echó un reojo risueño a sus colegas y ufanándose concluyó «¿qué?... ¿tiene o no tiene cojones?»... Y a partir de aquí se puso mucho más fácil la salida de las tropas españolas.

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