Diario de León

El paisanaje

Ahora toca la pedrea

Publicado por
Antonio Núñez
León

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HAY DOS formas de que a los pueblos les toque la lotería. Una, como el jueves a los de Cistierna y, dos, que algún hijo del lugar escale en Madrid las más altas cimas del poder, en cuyo caso ni siquiera hace falta comprar un décimo: llueve el maná para todos en forma de dinero público, industrias, autopistas, empleos a manta. etcétera. Que uno recuerde, haciendo memoria del tiempo que lleva en el oficio de escribir de política, fue lo que les pasó a los de El Ferrol con Franco y el chollo de los astilleros, a los asturianos de su mujer, Carmen Polo, con los altos hornos de Ensidesa y el pozo sin fondo de Hunosa, y a los de Sevilla con la Expo del 92, cuando se contaba el dinero llovido del cielo en pellones (de mil en mil millones de pesetas) en honor de Jacinto Pellón, comisario y administrador de aquel acontecimiento. Más modestamente vale también con que uno del pueblo llegue a ministro, como Federico Silva Muñoz, que desdobló los accesos a Benavente cuando el que más tenía era un seiscientos. O a concejal de la capital, como el viejo amigo José Antonio Cabañeros, en cuya localidad natal, San Adrián del Valle, ya sólo quedan cuatro viejos y eso mal contados, pero por una buena razón: todos los demás están colocados en el Ayuntamiento de León. Se suponía que la tradición iba a continuar y por eso la gente no paraba de frotarse las manos, va ya para un año, cuando se supo que había llegado a La Moncloa uno de aquí, al cual, como administrador del maná, se le supusieron inmediatamente todas las virtudes inherentes al cargo: gran chico desde pequeño, que prometía mucho, se llevaba bien con todos los del barrio, y patatín y patatán. Que prometía y todavía promete es algo que nadie podrá negar, empezando por hacer de León la Ciudad de las Comunicaciones y las Nuevas Tecnologías, de Ponferrada la Ciudad de la Energía, o de Villablino la Suiza del turismo de alta montaña, donde cristo dio las tres voces, una en bable, otra en lleunés y la tercera un mecagüentodo al cerrar las minas. Así que cuando el otro día se supo también que Antibióticos se iba a vender a los tailandeses de todo a cien con trescientas nóminas de muchos trienios (exactamente seis décadas) y que Lagun Air echaba la trapa al aeropuerto de La Virgen del Camino hasta los más escépticos comentaron en el bar: «A lo mejor es que no se entera, como siempre, pero eso se arregla con una llamada a La Moncloa a cobro revertido». Es de suponer que habrá llamado alguién. Pero uno es más escéptico todavía y, poniéndose en lo peor, supone que lo que ha habido es un cruce de lineas. Rebobinando en la memoria cree recordar que, si se contruyó la autopista del noroeste, fue porque Fraga se puso chulo. Y la prueba es que el tramo de Lugo a La Coruña estaba hecho antes que el de La Bañeza a Ponferrada. Y que si se hizo la de León a Benavente fue porque al ex ministro Francisco Álvarez Cascos le urgía en su ir y venir de Asturias a Madrid para pescar salmones y salmonas. O que, cuando se rehizo el aeropuertín en los altos de La Virgen del Camino, abandonado desde que se estrelló la Legión Cóndor, la Junta de Valladolid ya había puesto otro en Villanubla con mucha vista, aunque con poca visibilidad, como su propio nombre indica. Otra cosa no, pero león siempre fue considerado como el nudo natural de comunicaciones del noroeste, incluído el paso a nivel del Crucero, así que todo apunta al susodicho cruce de cables con el paisano de La Moncloa. Porque, una de dos, o estamos bien situados en el mapa o, de forma inversamente proporcional, mal comunicados con el locutorio de la Puerta del Sol. La administración de loterías de doña Manolita es más fiable que el gobierno y, si no, que se lo pregunten a los de Cistierna desde que Felipe González cerró Hulleras de Sabero. Sobre la ruina de esta provincia algunos seguimos sosteniendo una antigua teoría y de ahí no nos apean: si ningún gobierno ha invertido en León, sino todo lo contrario, es porque simplemente no veníamos en el mapa, lo que disculpa la ignorancia de los sucesivos ministros de obras públicas, excepción hecha de Álvarez Cascos. Ahora con Zapatero la cosa no cambia, aunque esa misma ignorancia en los ministerios podría ser aprovechada en plan talante cazurro. «¿Dónde dices que cae tu pueblo?», a lo mejor le pregunta cualquier día Carod Rovira, el hijo de guardia civil baturro reconvertido ahora a republicano catalán. «Justo pasando el puente piedra y el Rabal en Zaragozaaá , maño». «Bién», respondería el otro al negociar los Presupuestos del Estado, «como pilla de paso al Nou Camp, ponemos mil millones: la mitad para la variante esa de Pajares y el resto para hacer escala en La Virgen del Camino». Tal vez tenga razón. Va siendo hora de doblar el mapa.

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