Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

El pecado del mundo

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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NO está de moda hablar del pecado. Y cuando se habla, es casi siempre en tono de burla y de broma. Se ridiculiza el pecado en los programas de televisión. Se lo menciona en un anuncio de dulces o de coches. Algunos mencionan el pecado para presumir de los suyos y otros para burlarse de la religión que es lo que se lleva hoy día. Y cuando aparece por el horizonte el pecado, lo presentamos como un signo de valentía. «Hay que ser transgresores», se dice. Y lo más fácil, ya se sabe, es transgredir los límites del bien y pretender luego presentar el mal como bien. ¿Por qué hemos llegado a esa situación? Las causas son muchas. En ocasiones, la conciencia de pecado se ha perdido porque el mal se ve como un resultado de las fuerzas económicas. Otras veces, nos presentan el pecado como «la muerte del padre», de que hablaba la psicología de Freud: dicen que es el momento del crecimiento y de la independencia. Para otros, el pecado es menos importante que lo políticamente incorrecto: parece más grave condenar la eutanasia que practicarla. Y para otros, el pecado es simplemente el signo de una enfermedad que lo justifica todo. El antiparaíso En nuestra sociedad el pecado parece un triste privilegio de los creyentes. Pero el profeta Amós denunciaba no sólo los pecados de los israelitas, sino también los de los pueblos paganos. Los primeros habían violado la Ley del Señor. Y los segundos atentaban contra la humanidad y contra la vida. En el mundo romano, Cicerón, que no conoció el Cristianismo, emplea muchas veces la palabra «pecado» al referirse a las ofensas contra el prójimo. En las Sagradas Escrituras, el pecado ocupa un lugar importante. No es sólo la desobediencia a un mandato, es la desestructuración misma de la persona. Si algo es pecado no lo es tanto por ser una ofensa a Dios cuanto por ser la pérdida de la dignidad de la misma persona. Ya lo decía Tomás de Aquino hace muchos siglos. Y si se daña el ser humano, seguramente se dañará su relación con lo otro, con los otros y con el Absolutamente Otro. Por eso el pecado es la desarmonía de las relaciones humanas. Es el antiparaíso. Si el amor es el más alto de los valores, el pecado es la cerrazón y el egoísmo. Líbranos del mal En el evangelio de hoy se nos recuerda cómo Juan el Bautista presentó a Jesús cuando lo vio llegar al Jordán: «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). Si la liturgia repite cada día esas palabras es porque las consideraimportantes. - La imagen del Cordero nos recuerda el sacrificio ofrecido a Dios para la purificación del pueblo. Pero nos habla también del Mesías que restablece la paz y nos muestra los caminos del bien, no con la fuerza sino con su propia mansedumbre. - Jesús quita el pecado del mundo, pero no aniquilando la vida de los pecadores, sino ayudándoles a descubrir, en sus gestos y palabras de profeta, la verdad, la belleza y la bondad que Dios ha pensado para la felicidad del ser humano. - Señor Jesús, aunque nos cueste reconocerlo, nuestro mundo no es un remanso de paz y de valores morales. Cambia nuestro corazón para que dé frutos de bondad. Y líbranos no sólo del mal que padecemos sino del que nosotros causamos a los demás. Amén.

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