Los cofrades aparecieron ataviados con su tradicional túnica morada y capillo alto blanco. Tras ellos penitentes anónimos, algunos de ellos descalzos, procesionaban con sobriedad y resignación.
El recogimiento, el silencio absoluto de todos los asistentes y una profunda pasión iluminada por una luna que a veces parecía llorar se apoderaron un año más de las calles de la ciudad.
La imagen de Jesús era mecida por los braceros al compás del repique de tambores y de las trompetas que tocaban los miembros de la cofradía Santa Marta y de la Sagrada Cena, todas ellas mujeres.
La lluvia caída durante buena parte de la mañana y de la tarde daba una pequeña tregua a última hora y permitió la salida de las procesiones programadas.
El Jesús del Vía Crucis apareció vestido con un llamativo manto dorado y rodeado de flores de vivos colores. En lugar de las tradicional cruz, esta talla porta un gran palo transversal encima de los hombros.
El Viacrucis, con la presencia de las cofradías de Vera Cruz, la de Jesús de Nazareno y Patrocinio San José, desafió a la amenzante tarde de lluvia y procesionó por Sahagún.
La procesión del Silencio, organizada por le Hermandad de Jesús de Nazareno, recorrió las principales calles de Ponferrada.