Diario de León

El batacazo de Camila

La reina de Inglaterra se salta la tradición e ignora a la duquesa de Cornwall en su discurso navideño

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Nieve Crespo - londres
León

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Los británicos se levantaban la mañana de Navidad con un ojo puesto en la capilla del Palacio de Buckingham. La duquesa de Cornwall, que celebra sus primeras fiestas como esposa del príncipe Carlos, pasaría airosa su última prueba de fuego de conseguir una mención de la reina en su tradicional discurso. Pero ni su nombre ni la acostumbrada felicitación por su boda llegaron. El progresivo cambio de la opinión pública británica sobre la siempre polémica pareja hacía presagiar un posible guiño de la reina hacia ellos, en el mismo año en que contrajeron matrimonio. Pero las rencillas siguen latentes y, a pesar de que Camila Parker-Bowles acudió a la misa de Navidad sonriente y cómplice con un gentío, agolpado a las puertas del palacio real, que la hizo tan protagonista como al resto, la reina, durante la misa, la mantuvo a la sombra. Los tabloides, mientras tanto, no han evitado hacerse eco, a voces, del contraste. En 1981, cuando el Príncipe Carlos se casó con Diana de Gales, la reina, entusiasmada, calificó el año de «muy especial» gracias al enlace, y, de modo similar, recogió su emoción en sus discursos navideños, los años en que el resto de sus hijos celebraron sus respectivas bodas. Este año, en cambio, decidió pasar de largo, y centrar su atención en las tragedias naturales y humanas que lo han marcado. La «censura» a Camila, como han remarcado en buena parte de los medios locales, ha sorprendido a muchos británicos, que vieron como, casi al tiempo que la reina la ignoraba, buena parte de los presentes a las afueras de la iglesia de Sandringham se afanaban por conseguir una foto o un apretón de manos suyo. Y es que corrían tiempos muy tranquilos para el Príncipe de Gales y su esposa, la duquesa de Cornwall. Tras su boda el pasado abril, las apariciones públicas de la pareja fueron aumentando casi al mismo ritmo que comenzaban a disminuir las eternas críticas hacia ellos. Y, aunque no tienen el cielo ganado, los síntomas de mejoría eran quizá para ellos tan palpables que incluso este semana trascendía que el príncipe Carlos estaba estudiando seriamente el nombre que escogería para el día de su coronación. Una elección que le llevaría, además, según The Times , a cambiar su propio nombre, compartido con el de reyes muy sangrientos, por el de Jorge VII, en honor a su abuelo, uno de los reyes más querido del siglo pasado.

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