Diario de León

El paisanaje

Mi padre no se llama «A»

Publicado por
Antonio Núñez
León

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COMO TODOS los años por San José han vuelto a regalarme en casa una corbata. Y, como todos los padres en fecha tan señalada después de agradecer el detalle poniendo la mejor cara posible, me guardo para mí, además de la corbata, tres serias prevenciones sobre la celebración de hoy: primera, o me la han comprado en una tienda de chinos, donde todos son iguales, o es la misma del año pasado; segunda, la familia ha tenido que hacer un gran esfuerzo de ahorro para regalármela, visto que el único que trabaja soy yo; y tercera, el diseño de la dichosa corbata le pega más al director del Musac que a un servidor, que todavía pasa por ser un padre serio dentro de lo que cabe. En conclusión, pienso lucirla debajo de la túnica cuando procesione con el resto de los cofrades de la hermandad «Hijo Mío de mis Angustias» la próxima Semana Santa. Este año, sin embargo, hay novedades. Al abrir el paquete la sorpresa fue un tarjetón de El Corte Inglés que, en vez de «día del padre», ponía «progenitor A, sección rebajas». La señorita del mostrador de reclamaciones, a la que los de la quinta del 53 pensamos acudir masivamente mañana, indignados y en fila india como un solo hombre, seguramente nos atenderá amablemente, como es proverbial en aquella empresa. Y apostamos los seis euros de la corbata contra un nudo a lo Principe de Gales a que la culpa no es de ella, sino del Gobierno. «Miren ustedes», es casi seguro lo que va a decirnos, «esto es cosa de la modernidad del libro de familia, de los matrimonios gais y viene bien claro en el BOE: se supone que el padre es el progenitor A y la madre el progenitor B, aunque yo sólo soy soltera normal en estado de merecer». Se equivoca. Bien mirado a primera vista, las chicas de El Corte Inglés merecen, por ejemplo, bastante más que la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y ascender de la planta baja de reclamaciones a la primera de pronovias, luego a la segunda de progenitora B, electrodomésticos, mobiliario y demás aparataje para convivir cómodamente con una hipoteca para toda la vida, más tarde a la tercera de bebés y cunas, la cuarta de uniformes y libros escolares, etcétera, y así todo seguido hasta la planta de viajes para la tercera edad del Inserso. A partir de ahí es conveniente no ascender más porque te sales por el techo y acabas estrellándote a dos palmos bajo tierra en el cementerio de Puente Castro. Es ley de vida esto de hacer carrera. Como se iba diciendo, la devaluación de la figura del padre y de la madre va en caída libre como las filiales de Repsol en Bolivia con el cacique Evo Morales. Es difícil de entender. Para ser progenitor A o progenitora B hay que tener lo que hay que tener y que a todo el mundo le sale de ojo: lo que, por razones técnicas, cualquier primogénito X precisa para ser engendrado por A y B, dicho sea en plan fino para no caer en la pornografía. En términos mátemáticos la ecuación «A+B=X» es la correcta. Pero no «A+A=X» ni «B+B=X». Preguntada al respecto cierta ex novia veterinaria confirmó lo que ya sospechábamos algunos. «De dos o cuatro patas», dijo la sabionda, «todos somos animales y la inseminación artificial ha hecho prosperar mucho la ganadería, pero no hasta el punto de que dos toros puedan parir un ternero o que de ordeñar dos vacas salga una vaquilla». «Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible», remató a lo torero. Disquisiciones veterinarias aparte, sí es probable que las tonterías de este Gobierno cuesten una pasta gansa a los contribuyentes, aunque sólo sea en papel de oficio. Cambiar libros de familia, carnés de identidad, la cartilla de las notas del colegio, que hay que devolver firmada por papi o mami, y hasta los testamentos, va a resultar un dinero bobo. Sólo cabe una explicación. Que alguien del Gobierno tenga un cuñado con imprenta aspirante a forrarse en la contrata. Y podría ser la ruina si está emparentado con el ministro Montilla, catalán bilingüe. El lenguaje administrativo tiene tradición en España de ser ininteligible, desde las pobrinas multas de tráfico, algunas de las cuales vienen con faltas de ortografía, hasta las más rimbombantes sentencias judiciales, en las que, menos su señoría, nadie sabe quién es la «parte contratante de la primera parte». Y, si la demanda es de divorcio, a los progenitores A y B hay que añadir futuros cónyuges C y D para dilucidar la custodia de los hijos E, F, G, H, etcétera. No va a haber familia sin saber álgebra. Fue lo que le dije hoy a mi niña después de meditarlo mucho: «no hagas caso a B ni me compres más corbatas». Y, como me vio lanzado, tachó lo de «con cariño para A» y puso debajo «papá, no corras». Así me gusta más.

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