Diario de León

EL PULSO Y LA CRUZ

Lo demás son añadiduras

Publicado por
ANTONIO TROBAJO
León

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La Cuaresma es tiempo de repensar el sentido de la vida y de la muerte, realidades ineludibles, en las que estamos injertados. Iluminadas siempre por el resplandor que emana de la cruz y de la resurrección de Jesucristo. Así se entenderá la aparente locura de la cruz, que se convierte en cordura de una vida que nadie puede arrebatar, porque es Dios quien la tutela. Por eso los cristianos podemos celebrar, como si de una fiesta grande se tratara -que se trata-, el hecho, por ejemplo, de la muerte inicua de tres enfermeras astorganas de la Cruz Roja, militantes de Acción Católica y de la asociación de Hijas de María; en octubre de 1936, cuando desempeñaban su labor humanitaria en el hospital de sangre de Pola de Somiedo, fueron apresadas y cruelmente martirizadas en el concejo asturiano de Belmonte. Hoy sus restos descansan en la catedral de Astorga, en uno de los laterales de la capilla de San Juan Bautista. Viene esta alusión al rebufo de la noticia de que en la capital diocesana asturicense se ha abierto, en días pasados, el proceso de beatificación de estas tres jóvenes mujeres, Octavia Iglesias Blanco (41 años), Olga Pérez-Monteserín Núñez (23 años) y Pilar Gullón Iturriaga (25 años). Son ejercicios para la recuperación de la memoria histórica, sí; pero, sobre todo, son causa de alegría y ejercitaciones de esperanza. Una vez más, de la cruz a la luz. Con pocas fechas de distancia se nos fueron a la casa definitiva del Padre tres admirables sacerdotes. No pudieron esperar a que terminara la Cuaresma. Los planes de Dios los condujeron a celebrar la Pascua -eso esperamos- antes de su tiempo en el Año Litúrgico. A mediados de marzo, en el mismo día, terminaron su ciclo terreno dos sacerdotes astorganos: D. Alfonso Pollán Celada y D. Raúl Delgado Corcoba. El primero, maragato de pura cepa (de Santiagomillas), con 80 años de edad y casi cincuenta y cuatro de sacerdocio, cabal, emprendedor, arriesgado, con un gran sentido del humor... y todavía en activo sirviendo a las comunidades de Val de San Lorenzo, Val de San Román y Valdespino de Somoza. El segundo nació en el remoto Arnadelo, tenía sólo 64 años de edad (de ellos más de cuarenta entregados al ministerio sacerdotal), había ampliado estudios y gastó prematuramente su vida en mil trabajos académicos y pastorales, en los últimos treinta años en el valle de Fornela atendiendo a seis de aquellas comunidades -que no siempre entendieron su modo de predicar y de hacer Evangelio- y al santuario de la Virgen de Trascastro (que sus disgustos le dio; evidentemente el santuario, no su titular); sencillo y humilde, vivió fascinado por su tierra de adopción y fue impulsor y defensor de sus singularidades. A la diócesis de León pertenecía D. Hilario Fernández Martínez; falleció el día 25 tras un accidente de circulación del que no consiguió reponerse. Tenía 71 años de edad y casi 39 de sacerdocio (fue una de las primeras vocaciones «tardías» con que se contó en esta diócesis). Había nacido en Carrizo de la Ribera y, después de unos primeros años de pastoreo en la ribera alta del Curueño (la patria adoptiva de San Froilán), pasó a servir a las parroquias cercanas a La Ercina, zona, cuando él llegó, todavía llena de vitalidad en razón de la boyante minería. Allí vivió muchos años, apegado a su gente y a su original cantina-museo. Su fallecimiento deja huérfanas las parroquias de La Ercina, Sobrepeña, La Serna, Palacios, Fresnedo y Oceja (estos tres últimos apellidados de Valdellorma). Descansen en el regazo de Dios para siempre. Que la luz sin fin los ilumine. De esta luz y de esta cruz hablará, esperamos, el próximo lunes el profesor Nicolás Miñambres, salmantino de origen, que se adentrará en los entresijos de la Semana Santa de la capital, puesto que él es el pregonero de este año. Estén ciertos de que la sensibilidad de alguien que no ha «mamado» estas manifestaciones de fe porque ha venido de otras tierras, sabrá sacar la enjundia más oculta. Como lo han hecho y están haciendo otros pregoneros en Astorga, Ponferrada, La Bañeza, Sahagún, Villafranca, Mansilla de las Mulas, San Andrés del Rabanedo... Todo será poco para la importancia que tiene. Y no me refiero a la cultura y al turismo, sino a la fe. Cristiana, por supuesto. Lo demás son añadiduras.

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