Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El cuerpo

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

Creado:

Actualizado:

EXISTEN INFINIDAD de seres pensantes, absolutamente convencidos de sus alcanzados grados de civilización y racionalidad, convencidos de que nos hallamos en la era de la sacralización del cuerpo y que de este ritual al que nos hemos entregado, se derivan muchos, sino todos, los errores de la comunidad. No se trata, por supuesto, de una renovación del mito estético de Grecia, con Fidias o Praxiteles al frente y sus espléndidas reproducciones en piedra de Hermes, Apolo o Afrodita, como verdaderos elementos o instrumentos modélicos para la selección de la especie, mediante los cuales la sociedad adquiría y sacralizaba la figura humana, sino de una forma de programación mercantil de una cierta figuración plástica deducida de la línea estricta propuesta por la moda. Las galerías dedicadas a la presentación de la figura humana, femenina y masculina, establecieron unas medidas estrictas, sometidas a intereses comerciales más que a la seducción o respeto a ideas plásticas, que determinaron la esclavización de la mujer (sobre todo y su conversión en enfermas anoréxicas). Se descartaba de la estética femenina, todo aquello que amenazaba romper las normas del comercio, y las estupendas muchachas, de bien dibujadas exhuberancias, se habían quedado en esqueléticas perchas para colgar ropas que, naturalmente, permitiera contemplar el espectáculo glamuroso de los senos bien erguidos y los traseros apretados y brillantes. Se habían acabado las prescripciones derivadas de las tres gracias de Rubens, tan apasionadamente tentadoras y por supuesto la eficiencia de la hermosura como complemento de la Cultura. Se mencionaba el nombre de Aspasia, la bellísima amante de Pericles, como de una perseguida por el Areópago, como pecadora e impía y en los anales de la gran historia de Grecia, se procuraba eludir la mención de la bellísima hija de Mileto, establecida en Atenas, sobre todo cuando habiendo sido citada por el altísimo tribunal para compadecer y justificar sus errores, se presentó ante los graves senadores y prescindiendo de la clamide se mostró desnuda, demostrando así que la impiedad, la atormentada furia sexual está más en la mente de los juzgadores que en la delicada obra del artista. La tendencia de nuestras espléndidas muchachas a procurarse un cuerpo de finísima estambre ha hecho sonar las alarmas: Por ese camino, la mujer alcanzará tal vez la efímera gloria del tablado, pero se acabará lo que tenía de mujer. Y toda la falsa celebridad que pudo haber adquirido acaso terminará entregada, también comercialmente, a alguno de los ricos cazadores de «chollos» caros o apagada en la cuneta. En este atormentado y tenebroso conflicto que nos afecta, nos estamos quedando sin la mujer dotada para su conversión en la santa costumbre del compañero, al cual ya ni siquiera necesita porque la ciencia les facilita la posibilidad de su elevación a la categoría de madres sin necesidad de padres.

tracking