Diario de León

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LOS ESTRENOS de pelis con campanilla siempre se hacían en el Emperador y después se rebotaban a otras salas de la misma empresa o allí mismo agotaba su interés, así que los críticos de cine (viejos saurios de raza cuasiextinta en provincias) visionaban la première capitalina con pase gratuíto en este teatro y sentenciaban su parecer en los papeles dando pomada o clavando dardo, acerando a veces el verbo porque poner de chupa de dómine una película a ningún alcalde o prelado ofendía (domesticada cualquier otra crítica, el cine daba licencia para desfogar incontinencias). La crítica en los papeles era mayormente de Juama en el «Diario» y de Crémer en el «Proa» (quien aún tiene muchísima memoria del Emperador es Victoriano; lo palpó y lo enhebró cuando esa sala se oscurecía con cinemascope o se iluminaba en los fastos; que lo cuente con esa fecundidad centenaria que ilumina su pluma). Y después llegaron callejas, benignos, joaquines... Tampoco es que la empresa propietaria aceptara de buen grado la crítica afilada; no fueron pocos los casos en que se amenazaba con la retitrada de publicidad; entonces, venían el director o el de los númros con apercibimientos y rebajes. Cuando Cope-León era Radio Copular («la radio en celo», como decían unos levantiscos en un programa universitario y nocturno, «Aula negra», que en el acto se cargó el director), actuó de crítico en corta temporada un espontáneo hijo de cineforums y fotogramas subrayando furias y varapalos que iban más allá de la propia calidad cinematográfica de los estrenos (quizá no le dieron pase) y ponía a parir sistemáticamente la suciedad de la pantalla, la carpintería estranguladora de las butacas, los criterios de programación y hasta el arco voltaico del proyector. Como no tenía que vivir de ello, podía permitirse el lujo, pero la cosa debió quedarse en posturita, porque al poco le contrató la empresa (el mejor guarda de un coto es el furtivo que le anda por detrás; que lo contraten)... y, desactivado el perro, se acabó el mordisco. Encantadísimo aceptó y en ello anda aún, creo, y muy valiente, pasilleando para que el untamiento compre el momio y sulfurándose con los tontos que andamos en dudas, en contras o frente a ese tufo leonesoide con que quieren rebozar el negocio.

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