Diario de León

Sólo con los excedentes de Carrefour y Alcampo podrían alimentarse 172.000 españoles

León entero podría alimentarse con la comida que tiran los híper

Razones comerciales llevan a las cadenas a desechar productos frescos antes de caducar Buscar entre la bas

Un transeúnte busca comida en el interior de un cubo de la basura

Un transeúnte busca comida en el interior de un cubo de la basura

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Mateo Balín - madrid
León

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Los hipermercados españoles destruyen cada año miles de toneladas de alimentos frescos. Carnes, pescados, frutas y hortalizas que un día posan en estantes y cámaras al siguiente acaban incinerados en vertederos. Su efímera conservación obliga a sacarlos de la circulación en un plazo inferior al mes, pero las cadenas acortan este plazo por motivos comerciales. El despilfarro es tal que sólo con el volumen que desechó Carrefour en el 2005 podrían haber comido unos 110.000 españoles durante un año entero. La ausencia de una cadena de distribución solidaria facilita su desperdicio. Los jefes de compra de cualquier hipermercado tienen como máxima ajustar los stocks de alimentos para reducir costes. Todo con una única salvedad: satisfacer la demanda de los consumidores. Un complejo equilibrio que, a pesar del minucioso análisis que conlleva, deja unas sobras ingentes de alimentos frescos que acaban en centros de gestión de residuos: vertederos gestionados por empresas privadas bajo legislación municipal. Los establecimientos suelen retirar los productos sobrantes cuatro o cinco días antes de la fecha de caducidad si estos van etiquetados (carne en bandejas plastificadas, pan de molde o huevos), o hasta que presenten los primeros síntomas de descomposición si carecen de ellas (caso de la carne, verdura o pescado fresco). Eso sí, siempre dentro de los 30 días hábiles que marca la ley desde que se inicia el proceso de distribución. Toneladas a la basura El pasado año, los 150 hipermercados en España de la cadena francesa Carrefour generaron unos residuos perecederos que no se llegaron a vender que alcanzaron las 55.958 toneladas. Mientras que las sobras de alimentos frescos, líquidos y envases de los 153 centros de Alcampo supusieron unas 30.000 toneladas. Para hacerse una idea de lo que suponen estas cifras, con la suma de ambos desechos (85.958 toneladas) podrían haberse alimentado durante un año 172.000 españoles, como toda la poblacioón de la ciudad de León, teniendo en cuenta que cada persona ingiere una media de 500 kilos de comida al año, según datos oficiales. Tanto estos dos hipermercados como los de la cadena Makro y El Corte Inglés (los cuatro más importantes de España) envían íntegramente estos desechos frescos a centros de residuos, por lo que nunca son donados. «Toda la comida fresca a punto de caducar se destruye y no se dona porque entendemos que ya no es apta para el consumo», asegura una portavoz de Carrefour. En los mismos términos se expresan desde Alcampo. «Los alimentos sobrantes son desechados para evitar que lleguen en mal estado al consumo humano». Ambos establecimientos se escudan en criterios higiénicos para destruir estos productos, como así certifica el ministerio de Sanidad, pero: ¿no es factible sacarles provecho antes de que acaben en el vertedero?. Desde la oenegé Banco de Alimentos, organización que recupera excedentes alimenticios y los redistribuye entre personas necesitadas, creen que sí es posible. «Si los hipermercados nos dieran tiempo, y no sentenciaran estos productos con cuatro o cinco días sobre su caducidad, podríamos colocarlos en los comedores sociales en una semana», afirma su secretario general Antonio Olivares. Nadie se hace cargo Otras organizaciones que ofrecen un cometido parecido, como Cáritas o Solidarios para el Desarrollo, consideran que el principal problema no es la negativa de los hipermercados a reutilizar estos productos, sino más bien la ausencia de una cadena de distribución solidaria que permita conservar los alimentos desde que salen de los estantes hasta su posterior redistribución. «Aunque estamos organizados carecemos de medios», asume Olivares, que enumera lo que necesitaría para salvar de la quema frutas, carne, pescados u hortalizas frescas: desde congeladores gigantes y camiones de transporte hasta más personal voluntario o flexibilidad por parte de los establecimientos. El ministerio de Agricultura ofrece una visión diferente sobre este despilfarro. «Los alimentos frescos son los de más difícil solución. Al tener una caducidad limitada, la gestión para su provecho requiere una logística muy costosa. Tanto como el valor de los productos», señala un técnico del ministerio. Entre la ausencia de responsabilidad, la falta de medios, los costes de la logística y la falta de una legislación solidaria que de salida a estos comestibles, el volumen de alimentos frescos que acaban cada día en vertederos seguirá aumentando sin que nadie lo remedie. «Bienvenido a la sociedad del despilfarro», resume Ana Muñoz, de Solidarios para el Desarrollo.

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