Diario de León

El Vaticano dice que desconocían el pasado de espía del prelado de Varsovia

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Íñigo Domínguez - roma
León

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Lo peor de la grave crisis causada por Stanislaw Wielgus, el nuevo arzobispo de Varsovia que ha durado día y medio en el cargo tras admitir que fue espía del régimen comunista, no ha sido su final traumático. El espectáculo sin precedentes de ver renunciar a un prelado el mismo día de su toma de posesión, como ocurrió el domingo en la catedral de Varsovia, es poco edificante pero no es nada comparado con el efecto de ver al Papa depositar su confianza en alguien y verse traicionado a las primeras de cambio. Porque esto es lo que ha ocurrido y este lunes lo dijo bien claro el prefecto de la Congregación de los Obispos, Giovanni Batista Re: «No sabíamos nada de la colaboración de Wielgus con los servicios secretos». La irritación en el Vaticano es patente. De este modo, y según la secuencia de los hechos reconstruida ayer, el Vaticano tuvo por primera vez un informe completo sobre el polémico arzobispo el sábado. Era un dossier de 80 páginas, enviado por e-mail y traducido a toda velocidad, que iba bastante más allá de lo admitido por Wielgus y que habría convencido al Papa a forzar su dimisión de inmediato, resuelta in extremis antes de la misma ceremonia de toma de posesión, la mañana del domingo. De hecho, la nota oficial que comunicó la renuncia fue publicada media hora antes. Las circunstancias El Vaticano, que nombró a Wielgus el 6 de diciembre, había salido en su defensa el día 21 de ese mes, tras la publicación de la primera información sobre su pasado en Gazeta Polska . Una nota, que ahora resulta especialmente incómoda, se jugó el prestigio de la casa para zanjar el asunto: «La Santa Sede ha tomado en consideración todas las circunstancias de su vida, entre ellas las de su pasado. Eso significa que el Santo Padre nutre hacia Stanislaw Wielgus plena confianza». Ahora se sabe que no era verdad, el Vaticano no conocía «todo». ¿De quién es la culpa? El cardenal Re aseguraba que la Santa Sede sólo supo de «contactos» con el régimen, como sucedió a otros muchos religiosos del bloque soviético, y el pecado de omisión se reparte entre el propio Wielgus, la nunciatura y la Iglesia polaca.

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