Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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EL SEMESTRE alemán al frente de la Unión Europea ha empezado el pasado 1 de enero y todos los Gobiernos permanecen atentos a los movimientos y declaraciones de la canciller Angela Merkel. Existe el convencimiento generalizado de que, si los alemanes no logran resucitar la Constitución Europea en este medio año, nadie lo conseguirá. Todos los demás Gobiernos permanecen a la expectativa y en silencio, como si nadie quisiese perturbar o condicionar la propuesta que finalmente haga Berlín. La canciller ha sido clara al afirmar que uno de sus objetivos es la Constitución Europea, porque la UE no puede seguir gobernándose como hasta ahora, bajo el imperio restrictivo y paralizante de la unanimidad. Ni París ni Londres han respondido, pero su silencio no tiene el mismo significado. En el caso de Francia, que rechazó la Constitución, sus principales líderes políticos se manifestaron en reiteradas ocasiones a favor de la Carta Magna, aunque no puedan decirlo en voz muy alta después del estrepitoso fracaso que cosecharon. Tanto el líder del centroderecha Nicolás Sarkozy como la socialista Ségolène Royal saben que la Unión Europea no puede seguir así, si quiere tener algún peso político en un mundo ya cada vez menos unipolar. Algo muy distinto ocurre con el silencio de Londres. Su explicación es simple: ni los laboristas ni los conservadores creen que Berlín pueda reavivar el proceso de aprobación de la Constitución Europea. Y, si los alemanes no pueden hacer nada, ¿para qué contrariar a Angela Merkel? Es mucho más pragmático dejar que la contraríe la realidad. Menos explicables son otros silencios, como los de España o Italia, países alineados con la defensa de la propuesta constitucional. ¿A qué esperan para incitar y secundar la iniciativa alemana? ¿Acaso creen que la soledad favorece a Berlín? Nadie ignora lo difícil que es resucitar la Constitución Europea y lograr su aprobación por cada Estado de la UE, pero todos saben -también los británicos, e incluso los estadounidenses- que nada nos conviene menos que el actual estado de cosas. La Unión Europea es hoy un enano político. Es la hora de prestarle todo el apoyo al esfuerzo alemán.

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