Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

«Hoy se cumple lo que acabáis de oír»

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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Esta rotunda afirmación de Jesús ante sus paisanos fue una de sus claras confesiones acerca de su verdadera identidad. Y resulta curioso que, para demostrar que él era el Mesías, no quiso, al menos en ese momento, deslumbrar a los de su pueblo con el brillo innegable de sus milagros: no hizo ante ellos una maravillosa multiplicación de pan y peces, ni curó a enfermos, ni convirtió el agua en vino; testimonios todos ellos irrefutables de su poder y avales de su misión. No. Su afirmación clara y terminante acerca de su propia persona se basa en que él, entonces, «evangelizaba a los pobres, pregonaba a los cautivos la amnistía y a los ciegos la vista; anunciaba la libertad a los oprimidos y pregonaba un año de gracia del Señor». Todo un programa de desarrollo constante. Cada vez que un hombre trabaja para que sea conocido el Evangelio, para que sepan los hombres que son hijos de Dios y hermanos de los otros, que hay más allá de su mirada otros horizontes, que es posible juzgar las cosas de aquí abajo con unos baremos que a veces nada tienen que ver con nuestras medidas de uso, se «está cumpliendo esta Escritura».Los cristianos tenemos que irnos haciendo a la medida de la Palabra y nunca reducirla a nuestros intereses. Como es natural, a Jesús sus paisanos no le creyeron. ¿Cómo un compañero suyo, un trabajador como ellos, iba a tener una misión tan alta? Además, lo que planteaba era muy difícil de aceptar; ellos no eran ciegos, ni cautivos..., ¿qué les importaba aquel anuncio? Todos sabían muy bien que no era más que el hijo de José y María. Así pasa también entre nosotros. Si viene alguien importante de fuera a hablarnos, vamos a escucharlo. Pero si es un compañero el que quiere hablarnos, no le hacemos caso ¿Qué le va a enseñar un pobre a otro pobre, un hijo a su padre, la mujer al marido, el amigo al amigo. O ese cura que todos conocemos y que deja tanto que desear? Si pensamos un poco, veremos claramente que todo lo que le importa al hombre le tiene que importar a Dios, porque para eso es Padre. Y si le importa a Dios, ¿cómo no le va a importar a la Iglesia? Quizá el ser cristiano nos pida, ahora más que nunca, luchar por la promoción humana de los hombres que no tienen el mínimo de condiciones para una vida digna. Y por nosotros mismos, que debemos sentirnos pobres. Así entenderemos el mensaje de Jesús. De otra forma, ¿para qué lo querríamos? Desde los Profetas hasta Jesús, al programa renovador de Dios Padre le quedaba todavía mucho por cumplir. Desde Jesús hasta nosotros, qué duda cabe que millares de hombres en la tierra se han esforzado por realizarlo y tampoco cabe ninguna duda de que millares más lo intentarán cumplir. Pero de lo que podemos estar seguros es de que a nosotros nos cabe una buena parcela y una inexcusable responsabilidad en el hecho de que HOY, HOY mismo, pueda o no cumplirse «esta Escritura».

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