Diario de León

Son egocéntricos, solteros y exitosos en lo profesional, pero rechazan asumir responsabilidades

Las crisis de madurez aumentan por la «tentación» de vivir siempre jóvenes

El tratamiento requiere terapias y la esforzada libertad del paciente; aquí no valen los fármacos

Cada vez son más los hombres a los que les cuesta dar el «salto a la madurez»

Cada vez son más los hombres a los que les cuesta dar el «salto a la madurez»

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Mateo Balín - madrid
León

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Son niños grandes; egocéntricos, solterones y evitan cualquier tipo de compromiso. Tienen más de 30 años y un ritmo de vida propio de un joven estudiante. El cambio de hábitos sociales, con la exaltación del individualismo y la imagen, los ha transformado. Sufren los síntomas del síndrome de Peter Pan, como lo bautizó el psicólogo Dan Kiley. Un «complicado salto a la madurez» para cada vez más hombres, según los psiquiatras, atrapados en la «dulce tentación» de vivir siempre jóvenes. Peter Pan, el popular personaje de James M. Barrie, habita en la tierra de «Nunca Jamás». Un mundo donde el tiempo no pasa y sólo los críos pueden entrar. Junto a su inseparable Wendy, juegan a ser la pareja parental de los «niños perdidos», pero Peter no soporta la prueba y se alivia cuando aquella le confirma que no, no son sus hijos, ni él su padre. Esta metáfora llevó a Dan Kiley a publicar en 1983 las primeras letras sobre las personas que no saben renunciar a ser hijo para empezar a ser padre. El héroe volador de Barrie describe un rasgo fundamental del desarrollo de cualquier ser humano. Esto es, la crisis de crecimiento entre el refugio en la fantasía, la «atemporalidad» o la evitación del dolor de las pérdidas, frente a la mayor asunción de la realidad, la elaboración de la pérdida y el dolor psíquico que abra un camino a la madurez del individuo, señala un informe del psicólogo infantil de la universidad Complutense de Madrid. El cómo afrontan estas personas, cuando acceden a tener pareja, la posibilidad de la paternidad, sería algo así como la «prueba del algodón» de su raciocinio o sus puntos en común con el infantilismo de Peter Pan, cuenta el psiquiatra Agustín Béjar. «Se trata de una dulce tentación entre la juventud y la madurez, entre el «País de Nunca Jamás» y el mundo real, el primero resulta más atractivo y tentador, pero llegada la hora hay que coger «el toro por los cuernos», algo que los Peter Pan modernos no se atreven a asumir», añade este vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente. Edad madura, mente joven El perfil de este tipo de personas atiende a un hombre de entre 30 y 50 años, que sigue un ritmo de vida más propio de un joven estudiante, entusiasta, entregado a una aparente alegría, que se acerca a las mujeres de forma inconstante -describe Agustín Béjar-. Un escalón por detrás está el tipo «solterón», viviendo aún en casa de los padres, que puede ser incluso exitoso en el área profesional, pero con una vida limitada en el área relacional. «No expresa fácilmente sus sentimientos, es egocéntrico y está más preocupado por sus batallitas que por la consideración del otro», cuenta el médico. Otro caso sería el del joven veinteañero, aún en casa de sus padres, pero en la etapa de poder iniciarse en el mundo laboral, cuyas relaciones de pareja son más comprometidas y estables pero que se apalanca en un modo de vida adolescentes, con dificultades para asumir su nuevo estado, que rehuye a emparejarse seriamente, o como mucho lo asume como búsqueda transitoria. «Por este motivo muchos buscan incluso chicas más jóvenes, que impliquen menos planes de futuro y a su vez puedan contagiarse de su inmadurez», afirma el psiquiatra, que enumera los síntomas más comunes de este síndrome: irresponsabilidad, ansiedad, conflicto con el rol social, narcisismo y machismo. «Cuando aparecen de forma conjunta y continuada se enciende la alarma», añade. Pese a la facilidad de su detección, el tratamiento resulta «bastante más complejo», destacan los psiquiatras. Los fármacos deben ser sustituidos por las terapias y la esforzada libertad del paciente. «No vives en el país del nunca jamás, vives en la tierra, y con la ayuda de un psicólogo y de tu propia familia, y por supuesto con tu propia voluntad, podrás superarlo», alecciona un especialista a un paciente, que confiesa su intención de llegar a abuelo «siendo niño para no vivir amargado». El psiquiatra Agustín Béjar confiesa que la terapia dependerá de la severidad de la afectación. «Pueden vivir en ausencia de crisis o insatisfacción durante décadas, mientras la realidad o los otros no lo defrauden y permitan ese estilo de vida», afirma. El especialista añade, asimismo, que cualquier posibilidad de curación estará en función del dilema que plantea Barrie en el libro: sufrir como Peter Pan o por dejar de serlo. Parece que el autor del popular héroe prefirió seguir viviendo como su personaje, es decir, como un niño grande.

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