Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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HAY algo patético en el esfuerzo de Bush por convencernos de que todavía es posible una victoria en Irak..., aunque su patetismo tiene ciertamente una explicación. El presidente Bush, que logró una rápida victoria militar sobre las tropas de Sadam Huseín, aún no sabe cómo ha dilapidado los cuantiosos réditos que entonces obtuvo. Pero los ha dilapidado. Por eso comparece en público como un zombi y repite que la victoria aún es posible. La realidad le ha dado la espalda, y quizá ya no sabe de qué habla: sólo repite el eco de un deseo de vencer que sigue en su mente y el asombro de que ya no sea posible. La pregunta que ahora se hacen los ciudadanos estadounidenses es si deben salir cuanto antes de Irak, abandonando aquel infierno, o si deben continuar allí para favorecer una opción que no signifique un triunfo del terrorismo de Al Qaida. Cuestión peliaguda que ha significado la derrota de los republicanos en las últimas elecciones y que ya divide en buena medida al Partido Demócrata. Lo malo de internarse en un pantano es que, a partir de determinado momento, es igual de difícil avanzar que retroceder. Y esto le sucede a la sociedad americana, atrapada en un debate en el que jamás hubiera deseado verse. Porque, sea cual sea la decisión, quien la adopte dejará muchos pelos en la gatera. Ya no hay una salida brillante, ni siquiera una salida buena. Sólo queda determinar cuál es la mala y cuál la menos mala. ¡Para asombro de Bush! En este punto, tanto la Unión Europea como Rusia y China debieran abandonar el palco de los espectadores y poner pie a tierra para lidiar una situación endiablada. Pueden decir: ¡que la lidie el que la creó! Y no estaría mal si no nos fuese nada en el envite. Pero nos va. Un Oriente Medio hundido en el caos tendría consecuencias adversas para todos los demás países. No sólo porque hablamos de unas enormes reservas de petróleo -que también-, sino porque se trata de unos países (Israel incluido) que influyen decisivamente en la marcha del mundo. De lo cual se deduce con facilidad que la salida menos mala es favorecer la estabilización de Oriente Medio. Americanos, europeos, rusos y chinos saben lo malo que sería lo contrario. Incluso ya lo sabe Bush.

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