El diluvio universal

ALGO NOS ESTÁ PASANDO a los hispano-godos para que se nos vengan encima todas las furias del cielo y de la tierra y nos tengan postrados y dolientes, con la frente pegada al lodo de una tierra que se rinde y que se presta a que el hombre acabe sumido en la desesperación. Llueve, llueve con intensidad tal que ni siquiera el hombre, tan apto para acudir a recursos ingeniosos para solucionar problemas, sabe la forma de soslayar este diluvio que inunda tierras y convierte los pueblos en enormes y peligrosos charcales. El ser humano, por sus muchos pecados, está sufriendo los mayores quebrantos de su historia desde la Batalla de Guadalete y la invasión de los benimerines de chilaba y Corán. Nunca, en la prolongada peripecia de esta España contradictoria y áspera, se produjeron tantos fenómenos coincidentes en el tiempo: Mientras las tierras del pan y del vino se anegan y desaparecen y se derrumban los techos de las humildes pero nobles viviendas, las gentes se reúnen para cuestionar el derecho de la Pantoja a gitanear por pueblos y ciudades sin dar cuenta de episodios de color más bien oscuro. Y en la Andalucía estética y bailona, se reúnen las cofradías para acudir o rendir tributo de devoción a la Blanca Paloma, con música de pífanos, tamboriles y palmas. Y multitudes enfebrecidas, pasando olímpicamente de la realidad discuten con furor por si el moreno del Real Madrid tiene más atributos de soberanía que el no menos oscuro del F.C. Barcelona. Y llueve copiosamente y los habitadores de los poblados, que acaso se erigieron sobre cauces de ríos, tienen que ser rescatados para evitar su conversión en víctimas¿ Y es llegado el momento dramático de atender las demandas de la Agencia Tributaria. Y se consuma la hoguera de las elecciones, dejando colgados de los lugares estratégicos de la batalla electoral, los epítetos que nos merecieron los unos y los otros, sin alcanzar el acuerdo civilizado que la democracia reclama. Del cielo enojado y roto caen piedras que doblan árboles y quiebran techumbres y cúpulas. España, país extraño e imprevisto aparece entregado a los más diversos entretenimientos o juegos. Los jóvenes inventan las asambleas con botellón y las mujeres jóvenes consiguen conocer la forma científica de parir niños a capricho o no parirlos. Estamos sumidos en un verdadero mar de confusiones. España es un mar y los españoles aparecemos agarrados a una tabla para salvarnos de nosotros mismos. El resultado de la consulta electoral no ha satisfecho a ninguno de los bandos. Y para el futuro inmediato los que quedaron libres de compromiso, se agrupan en nuevos partidos políticos para acometer una vez más el asalto al Palacio de Invierno¿ El panorama de la España de Isabel y Fernando no puede ser más desolador. Esperamos que los desesperados inmigrantes ocupen los espacios vacíos y nos permitan a nosotros permanecer concentrados viendo cómo viven, triunfan y se divierten los fanáticos de la Pantoja, mientras llueve, llueve, llueve¿ ¡Qué país, compañero!