Tórtolas y alondras

ME GUSTAN las tórtolas, aves palomeras, porque no son de palomar y montan su existencia por libre, cada cual frente al mundo; y con pareja inquebrantable, he oído decir. No hay muchas tórtolas en nuestros paisajes, pero tampoco pocas; incluso en los jardinones de ciudad tiene querencia... pero en Ceínos de Campos ya no son ni la mitad. La diñan de un mes a acá. Y las alondras. A cientos las ven muertas por aquellas aradas que ensayan infinitos. Topillos, no. Tórtolas y alondras comen el grano envenenado con el que están emponzoñando todos esos campos por atajar a esos ratones en su marabunta. ¿Se sabe ya si les está ocurriendo algo parecido a cernícalos o águilas ratoneras que se papean a los mardito roedore ? ¿A dónde iremos a dar con esta rifa de venenos?... Eso es soltar demonios aloriados o zorras en un trigal con una tea en el rabo; es, en fin, un latigazo mortal urbi et orbi, indiscriminado. Al igual que existen leyendas urbanas (mitos del miedo), haylas también rústicas y en mucho de este campo alante existe la convicción de que el Icona, antes, y ahora los entes autonómicos o ecologistas soltaron topillos a mansalva para que las aves rapaces no corrieran peligro de extinción (¿dónde se compra la ratonada o en qué granjas se cría para soltarla después?, le pregunté a uno de Huesca que polemizaba conmigo en la radio; y se me sulfuró). El resabio labriego no le tiene muchos respetos a las aves rapaces en estas mesetas zurradas de vientos porque son pajarracos y agoreros: a las águilas, por perdiceras; al gavilán, por robar pollos; al halcón, por lebrero; al buitre, por funerario; y así a toda rapaz a la que el gañán resentido hecho de adobe y arruga llama con un nombre común y despectivo: eso es gavilucho , o sea, cartuchazo. Pero ese labriego aplaudiría en secreto que volviera aquel Icona soltando milanos, cernícalos, ratoneros, alcotanes, más dos divisiones acorazadas de búhos, lechuzas y mochuelos para que se dieran un festín a mesa puesta y nos libraran de esta maldición bíblica que socava la tierra y la fe del surco en estos pagos donde se venera a Noé, inventor de la viña y profeta de bodega. Lo trágico será que si empiezan a caer las rapaces como las alondras de Ceínos, habrá que rezar al Icona por si guarda algún milagro en su tumba.