Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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ALAN Greenspan, el hombre que dirigió la poderosa Reserva Federal de EE.UU., ha dicho lo que todos sabíamos cuando afirmó que «la guerra de Irak fue por el petróleo». Lo malo -lo reprochable- es que se calló hasta que, ya fuera del cargo, lo incluyó en su reciente libro de memorias. Pero el prestigioso analista sólo ha venido a constatar una obviedad. Irak posee unas reservas probadas de unos 112.000 millones de barriles (en la realidad probablemente superarán los 200.000), que lo convierten en el segundo país de la OPEP, detrás de Arabia Saudí. En condiciones de paz y desarrollo, Irak podría producir unos seis millones de barriles diarios, que es casi un tercio de lo que consume EE.UU. (país que obtiene, a su vez, una cantidad similar en su mercado interno). La ecuación fue simple en su origen: el primer consumidor, duramente golpeado en el 11-S, tenía a tiro de rifle al enredador y botarate Sadam Husein, que se prestaba a encarnar el papel de pobre diablo en esta tragedia de hampones, sableadores, falsificadores y mentirosos. Es una pena que dramaturgos como Tennessee Williams o Henry Miller no estén vivos para escribir la gran obra de teatro que demanda la ocasión. Todos hablando de armas de destrucción masiva, cuando hasta los osos perezosos estaban al loro de que el conflicto iba de control del petróleo. Algún día se verá que una respuesta tan simple explica la posición de casi todos: estadounidenses, británicos, franceses, rusos, chinos y, aunque no lo parezca, también la del Gobierno de España. Casi un centenar de petroleras internacionales tenían sus ojos -y muchas de ellas también sus garras- puestas sobre Irak. El ataque estadounidense agitó bruscamente el tablero, y Francia y la Alemania de Schröder temieron por los contratos de sus empresas. ¿Quién no tenía un interés concernido en aquel mar subterráneo de petróleo? EE.UU. ejecutó con brillantez una guerra rápida, pero su ignorancia al afrontar la ocupación ha conducido al desastre. Sin embargo, los intereses petrolíferos de todos siguen en pie. Irak no es Vietnam. Irak tiene oro negro bajo casi toda su superficie. Y esto lo tendrá en cuenta el próximo inquilino de la Casa Blanca, sea del signo que sea.

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